Sacrificios

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Cuando Chat noir se incorporó a la pelea, Ladybug luchaba contra un gigantesco hombre lobo, todo músculos, pelo, garras y colmillos. Viéndola agobiada por aquel despliegue físico, renunció a hacer más entrada triunfal que un preciso aterrizaje en la espalda de la bestia para colocar su bastón contra su cuello y obligarlo a soltar a la chica.

--Déjala en paz, bichejo --rezongó, tirando hacia atrás con todas sus fuerzas--. Creo que la señorita es más de gatos.

Cuando vio el brutal arañazo que surcaba la mejilla de la chica se le quitaron las ganas de bromear. Pelearon juntos, coordinados, concentrados, durante largo rato. La sucesión de horrores a los que debían hacer frente no cesaba, ni les daba margen para ocuparse del akumatizado en sí, que seguía creándolos y azuzándolos contra ellos sin descanso, parloteando sin parar sobre escenas, directores, y giros inesperados del guion. Los dos héroes estaban cada vez más agotados.

Acababan de quitarse de encima a un par de molestos zombis cuando un nuevo licántropo volvió a la carga. Chat iba a interponerse entre la bestia y su compañera cuando el suelo pareció moverse bajo sus pies, y al mirar comprobó que una verdadera marabunta de hormigas comenzaba a rodearlo.

--¡Apartad, malditos bichos! --pataleó al notar que comenzaban a arrastrarlo.

Al menos, Ladybug había logrado hacer huir al lobo, que se alejó gañendo. Pero apenas tuvo tiempo para invocar su Lucky charm antes de verse atrapada por los zarcillos vegetales de una especie de hiedra monstruosa que empezaba a tapizar rápidamente el suelo, enredándose en todos los asideros que encontraba.

--Al final, los poderes de la naturaleza son más fuertes que cualquier monstruo que el ser humano pueda inventar --rio el akuma con voz rasposa.

Chat luchaba con desesperación contra la marea de pequeños cuerpos rojizos que tiraba de él. Gimió angustiado cuando vio cómo las ramas se enroscaban en el cuello de Ladybug hasta dejarla casi sin respiración, mientras ella se esforzaba por apuntar la pistola de tinta que le había proporcionado su magia hacia el proyector con el que el akumatizado generaba sus paladines.

Mientras tanto, las hormigas recorrían el cuerpo del chico, tratando de envolverlo para llevarlo hasta su hormiguero y devorarlo con tranquilidad; las apartó a manotazos, protestando cuando sus minúsculas pero fuertes mandíbulas hacían presa en su piel, y agradeciendo que la resistencia de su traje heroico protegiera prácticamente la totalidad de su cuerpo de sus mordeduras. Por una vez, el hecho de que no hubiera una cremallera por donde aquellos malditos bichos pudieran colarse le pareció una magnífica idea.

Ladybug, enredada entre ramas de espinas punzantes, luchaba con todas sus fuerzas por respirar, cubierta de arañazos, con los ojos anegados en lágrimas y sus jadeos convirtiéndose rápidamente en estertores desesperados. El rostro de la chica empezaba a perder color, y sus labios habían adquirido un preocupante tono grisáceo.

Chat noir no sabía lo que hacer. Se resistía a utilizar su cataclysm sobre la marabunta: por un lado, necesitaba reservar la fuerza destructiva que le proporcionaba su poder para liberar a su compañera del abrazo mortal de las ramas, y por otro no sabía si sería efectivo contra la amenaza que lo rodeaba, que no dejaba de crecer, o si por cada hormiga que lograra destruir simplemente aparecerían diez más dispuestas a reemplazarla.

Los titánicos esfuerzos del héroe resultaban dolorosamente estériles: apenas podía oponerse lo suficiente para que la marea no lo arrastrara, pero no se podía acercar. Resopló de frustración cuando notó que el bastón terminaba de escurrirse entre sus dedos, después de disputárselo durante un buen rato contra un millón de patitas articuladas que no dejaron de tironear hasta arrebatárselo. Habría maldecido en voz alta, pero temía que las hormigas aprovecharan la ocasión para colarse en su boca.

A fuego lento (Reto Adrinette) Where stories live. Discover now