—Hace unos meses, cuando... hablamos sobre tener hijos —comienza sin verme, tomo su barbilla y hago que clave sus ojos en mí para que continúe, cuando noto que no bajará el rostro, la suelto. Llena de aire sus pulmones y sigue:

—Tenías razón, no sabía qué quería de mi vida, no sabía qué hacer, qué rumbo tomar y me sentía tan perdida... La vida que llevaba era buena, me hacía feliz hasta cierto punto, pero... no me sentía completa —admite con franqueza—. Y me costó entenderlo, sin embargo, ahora sé que tú lo veías, lo notabas.

—Solo quería saber que eras feliz con tus elecciones —intervengo con suavidad, busca mi mano y la aprieta, yo también la suya—. Pero no siempre fueron las mejores formas.

—No lo era, Riah, no era feliz con ello. Nunca lo he sido. Me he ocultado de ti, de mi familia, de mis amigos, de... mí. De pronto me sentí acorralada y conocí a Steve, él tocaba la guitarra en un parque a unos niños... —Y empieza a contarme una asombrosa historia que me deja con los ojos bien abiertos, azorado y lleno de una intensa admiración.

—Lamento lo de la ropa, lo de las joyas. No debí hacerlo, estuvo mal, devolveré el dinero, lo prometo y...

No puedo más, ella no tiene ni idea de lo que para mí significan cada uno de sus actos y una mierda, la amo por completo, así que la tomo por el cuello y la beso, un segundo después busco sus ojos, llora de nuevo y nada es más tierno que mi sol con lágrimas, nada.

—No tienes nada que devolver, por Dios, lo mío es tuyo. ¿Por eso entraste a la cafetería? —comprendo alejándome. Hipea, se ve tan hermosa así que deseo comérmela entera, pero no es el momento.

—Sí, tampoco iba doble turno es solo que quería ir al albergue. Camila tampoco necesitaba mi ayuda... —musita agobiada.

—¿Por qué callaste? —pregunto al fin. Retuerce sus manos, nerviosa, pero me enfrenta con sus bellas lágrimas humedeciendo sus mejillas pálidas.

—Porque aquel día que ayudé al niño me dijiste que debía ocuparme de mi vida antes de la de los demás, porque creí que lo verías como una tontería, algo para gastar mi tiempo de forma absurda, porque... —baja la vista— no confiaba ni en mí para realmente estar segura de por qué lo hacía.

—Desa —la llamo, me mira tras sus ojos acuosos—. Yo estuve ahí —confieso serio. No comprende y arruga la frente sorbiendo la nariz—. Mi sol, yo pasé un tiempo, de adolescente, en ese refugio. —Al entender lo que quiero decirle, solloza de forma onda y llora negando cubriéndose la boca—. Sí, ahí conocimos a Ame y sus hijos, ahí... mi vida cambió —le digo notándola profundamente conmovida, en pleno llanto se yergue, la sábana que la cubre resbala y me abraza con fuerza llorando de nuevo. La rodeo pegándola a mí, escondiendo en su cabello mi rostro—. Debí hablarte antes de mi vida, debí abrirme a ti, todo hubiese sido diferente para ambos —susurro acariciando su espalda desnuda, niega en mi hombro.

—Eres más de lo que merezco —la escucho entre sollozos, la separo negando con firmeza, buscando que me mire, lo hace.

—Jamás vuelvas a decir eso. Lo que te dije ayer fue porque estaba dolido, eres lo que más amo, y cada maldito segundo que he luchado por ti ha valido la pena, Desa, porque tú, mujer de mi vida, vales la pena, necesitamos que lo entiendas de una vez —aseguro con vehemencia.

Llora más y parece una fuente interminable, la acerco a mí, recarga su mejilla en mi pecho, agotada, cuando al fin la siento más tranquila, habla de nuevo:

—Vi morir a un hombre frente a mí —suelta con voz angustiosa. La escucho y detengo mi caricia, se separa un poco, es difícil concentrarme con su pecho desnudo, pero en este instante me siento asustado. Retorciendo sus dedos me narra todo.

Más de ti • LIBRO I, BILOGÍA MÁSWhere stories live. Discover now