14. Desa

50.8K 7.2K 1.4K
                                    


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Llego a tiempo pero luzco echa un desastre, no pude ni cambiarme cuando él atraviesa el umbral, regreso lo andado decidida a saludarlo. Arruga la frente, desconcertado.

—Des, tenemos una cena —me recuerda examinándome. ¡Carajo, la cena! En estas semanas es la segunda vez que me ocurre y eso, antes, era impensable. Abro los ojos de par en par—. ¿Lo olvidaste de nuevo? —pregunta conociendo la respuesta. Es de una de las empresas, me lo dijo el día anterior, nada muy formal, aun así, no puedo quedarme como estoy, eso seguro. Mi vaquero roto, mi blusa desgastada, la coleta, ni un poco de maquillaje. Riah aprieta los puños mientras me observa detenidamente, su mirada se nubla y juro que hay deseo ahí.

—Dame unos minutos, no tardo lo prometo —pido agobiada. Se rasca la cabeza, alejándose.

—No importa, iré yo, ya nos están esperando —dice un tanto descompuesto. Me acerco negando. Sé que estoy dispersa a últimas fechas, que parezco a veces estar lejos de él aunque esté a su lado, pero no logro acomodar mis dos vidas.

—¡No! Prometo que no me tardo —le digo agarrando su manga para que gire, me mira de reojo.

—¿Qué hiciste todo el día? —pregunta sereno, pero frío. Paso saliva pero no hablo. Asiente—. Bien, debo irme. Regreso más tarde. —Besa mi frente y sale así, nada más, de casa. Me quedo suspendida en el recibidor, respirando agitada. Lo sigo corriendo y lo alcanzo.

—¡Riah! Lo lamento —me disculpo agobiada justo cuando se está metiendo en el auto, me observa y cierra de nuevo la puerta para acercarse, cuando lo tengo frente a mí entorna los ojos.

—¿En qué estás gastando tanto dinero, Desa? —suelta de repente. Retrocedo con el corazón brincando en mi pecho, alocado. Termina con la distancia y me estudia como buscando la respuesta a su pregunta—. Te has terminado todo lo que tenías en la tarjeta, entonces has retirado cantidades de la tarjeta de crédito. ¿Hay algo que deba saber? ¿Qué está ocurriendo?

—Nada... yo solo, es ropa... y esas cosas, ya sabes —miento humedeciendo mis labios secos.

—No quiero controlarte, te lo aseguro, pero es un exceso... Además, podría jurar que en tu armario hay menos ropa, no más —refuta con voz mesurada, me da escalofríos. Sé que está irritado, preocupado, desilusionado.

—No, te lo aseguro.

—Soy hombre, no estúpido.

—No, Riah, ya no gastaré tanto... Lo lamento, no me di cuenta.

—Busca algo productivo que hacer durante tu día, de tu vida, en vez de estar de tienda en tienda, para ni siquiera usarlo. Desa —y se acerca controlándose—. No eres una niña, siempre lo dices, así que deja de comportarte como tal y por una jodida vez comportante como una mujer, como mi mujer. Si quieres algo, lucha por eso, consíguelo tú misma —zanja contenido dejándome ahí, en la acera, congelada, absolutamente agobiada.

Más de ti • LIBRO I, BILOGÍA MÁSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora