🌸16. ¿Qué sucede con Rei-chan?, parte 1.🌸

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Las tardes se estaban volviendo largas y delirantes, provocándole jaqueca y ganas de vomitar. Pero no debía quejarse, su trabajo era tan delicado como el hilo de una araña, y para mantenerlo tenía que seguir siendo el lame-botas de su jefe. La paga era un chiste, pero no de desanimaba, porque los ojos de Hayato siempre encontraban ofertas y/o cupones para que las provisiones fueran las mejores a su alcance a un precio accesible.

A pesar de todo lo anterior, lo que en realidad lo tenía más preocupado era su hija.

Rei había cumplido 12 años hace unos buenos meses, y la actitud rebelde típica de la pubertad empezaba a relucir, pero de una manera un tanto inusual. Desde que era un bebé siempre fue rebelde; cuando quiso dar sus primeros pasos rechazó la ayuda de Hayato con manotazos certeros, pero ahora había llegado a otro nivel. Le estaba ocultando algo. Se había vuelto extrañamente callada, y ya no demostraba tanta agresión hacia él. En realidad, ¡esto era algo bueno!, Pero por otro lado era... Preocupante. No parecía la hija que amaba. Así que aprovechando que su jefe y compañeros de trabajo estaban holgazaneando en una fiesta improvisada en las oficinas, Hayato decidió averiguar qué era lo que hacía Rei durante el día.

Sabía el horario de ella, así que vigiló desde lejos las murallas de su escuela actual, esperando verla salir cuando la jornada acabara (y que no sea visto como alguien sospechoso), pero eso nunca pasó. Entre la gran cantidad de estudiantes, ella no estaba. A él le pareció extraño, así que empezó a buscar por los alrededores alguna pista de Rei, cosa en la que era bueno al ser periodista (aunque uno mediocre), hasta encontrarse con un señor dueño de una tienda que decía haberla visto.

En realidad, no estaba para nada contento con lo que escuchó del señor, siendo que, según este, la niña que calzaba con la descripción de su hija había ido a comprar un par de cajas de cigarros. Hayato se fue de la tienda hecho una furia (que era igual de gracioso que ver un hámster con cejas dibujadas para simular un ceño fruncido), no sin antes reclamarle al dueño que cómo se le ocurría venderle cigarros a una niña de 12.

Sabiendo un dato como ese, lo único que se le pudo ocurrir es que el paradero de Rei debía ser un lugar que no esté a la vista, o sea debajo de un puente o un callejón. Su deducción fue certera, y la encontró en la primera opción, pero lamentablemente no estaba sola.

Eran dos personas las que estaban con ella, evidentemente adultas. Las dos parecían de la peor calaña: con el cabello en un estilo punk; ropa de cuero y desordenada; pircings y tatuajes variados; cicatrices en manos, cuellos y cara. El alma casi se le cae a Hayato al ver con que clases de personas se metía su hija. Su instinto de padre-madre lo impulsaba a ir hacia ellas, agarrar a Rei por el brazo, ¡Y correr porque no le extrañaría que esas mujeres estuvieran armadas!, Pero, por otro lado, estaba aterrado de acercarse.

Al final, se quedó en su escondite mientras escuchaba la conversación.

- ¿Ves que no fue difícil?, Ese viejo es un haragán, no le importará que una niña como tú compre estas cosas. - una de las mujeres soltó una carcajada burlesca, a lo que Rei le entregaba una de las cajas.

La otra mujer no dijo nada, recibió la caja y sacó de ella un cilindro para fumar. Se notaba que era hosca.

- ¿Me van a enseñar o no? - reclamó la pequeña Rei, recibiendo el frote de los nudillos de la mujer sonriente. La pequeña apretó los dientes por el dolor.

Hayato comprendió lo que estaba sucediendo. ¡Tenían a su pequeña hija para los encargos!

- Oe, oe, no seas impaciente, Rei-chan. - se burló la mujer sacando de su propia caja un cigarro, para luego metérselo entre los labios y ofrecerle la punta del papel a la otra mujer, la cual acercó la llama de su encendedor - Aún no decidimos enseñarte, lo estamos... Considerando.

Rei arrugó el espacio entre sus delicadas cejas con notable enojo, pero contuvo la furia de sus manos temblorosas al cerrarlas en puños.

La mujer callada exhaló humo, y luego ofreció un cilindro de su caja en dirección a Rei.

Hayato casi se traga la lengua. ¡Rei no debería fumar, es un bebé todavía!, ¡sólo miren esa cara!

Pero por más alto que gritara Hayato dentro de su mente, nadie lo iba a escuchar.

Rei alzó sus dedos con la intención de tomar uno, pero en el último momento se retractó - Mi papá no quiere que fume.

La mirada de Hayato brilló de ternura, ¡Bien hecho Rei-chan, sé una buena niña!

La mujer habladora soltó una risa fuerte a lo que soltaba el humo por la boca y nariz - ¡No me digas que eres una niña de papá!

Rei bajó la mirada, claramente avergonzada, y Hayato por alguna razón se sintió mal. Si, claramente Rei se estaba metiendo con malas influencias, pero por lo menos era gente real. Por fin su hija interactuaba con alguien que no fuera con golpes y mordidas.

- ¡Eso no tiene nada que ver con que me enseñen a pelear!

Se retractaba, ya no se sentía mal por su hija antisocial. ¿Cómo es que se le ocurría ser la niña de los mandados de unas pandilleras para que le enseñaran a pelear?, ¡¿Cómo?!

Las mujeres la miraron en silencio sin importarles su reacción, y de repente, la más callada habló por primera vez - ¿Por qué quieres aprender a pelear, exactamente?

Rei la miró con furia tras su fleco, pero era un sentimiento no dirigido hacia ellas, sino que era contenida, preparada para formarse y explotar. Simplemente no respondió.

La mujer más seria tomó el cigarrillo a medio quemar con sus dedos y lo lanzó a la orilla del río, para luego acercarse con gran porte a Rei - ¿Venganza, apuestas, diversión?, alguna de esas debe ser, ¿no?

Rei la miró, alzando considerablemente la barbilla. Nunca desvió la mirada o parpadeó, en ningún momento demostró miedo en sus grandes ojos dorados, sino que encontró una abertura de confianza en la que podía admitirse – Claro que no, es para sobrevivir.

Hayato soltó aire que ni siquiera sabía que estaba reteniendo, pero volvió a tragarse ese aliento al ver que su hija, ¡su única y preciada hija!, estaba siendo sujetada por el cuello de su chaleco rojo tan adorable que él le había comprado ese mismo año. Sin ningún tipo de ataduras tras él, se apresuró al lugar.

Nunca había corrido tan rápido en su vida, tan desesperado, y eso que él nunca fue muy atlético, pero se las arregló para ignorar el tirón en su talón derecho y apresurarse a quitar la mano de esa mujer de encima de su hija.

Los tres pares de ojos se fijaron en él, y por un momento se sintió intimidado, pero el coraje de que su hija sea intimidada era mayor que cualquier tipo de inseguridad.

- ¡A-a-a-a-a-aléjate de mi hija! – encontró el valor que poder hablar, posando un brazo frente a Rei para echarla para atrás mientras él se mantenía en frente. Ahí fue cuando empezó a subir, a subir, y a subir la barbilla para mirar a los ojos de esa mujer.

La escena parecía la de un shiba enfrentándose a un dóberman (Hayato era el shiba, obviamente).

- ¡Viejo! – exclamó sorprendida Rei, sin esperarse ni en un millón de años el que su padre la sacara de ese tipo de embrollo.

El silencio reinó con incomodidad por unos segundos, y Hayato empezó a sudar por la intensidad de esa mirada helada sobre él.

De repente, la estruendosa risa de la otra mujer burlona se hizo escuchar - ¡Eres una niña de papá, después de todo!

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