Capítulo 41

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La sonora carcajada de Hiroshi hizo eco en la habitación

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La sonora carcajada de Hiroshi hizo eco en la habitación.

—¿Qué diablos crees que haces, Astrid?

—Ya te lo he dicho, quiero que me dejes ir... —La chica estaba evidentemente aterrada al sostener el arma en sus manos, y a él le resultaba increíblemente morbosa la situación.

«Diablos, Astrid, tatuaría esta imagen en mi cuerpo con tal de verte así de ardiente por siempre...», se dijo y comenzó a acercársele despacio.

—Aléjate, Hiroshi —le gritó ella—, juro que lo haré...

—Astrid... deja de jugar, princesa, tú no sabes utilizar un arma.

—¡No des un paso más, Hiroshi!

—Muy bien... —Se detuvo y miró a su alrededor con una sonrisa burlona en los labios—. Pero explícame, Astrid, ¿en qué consiste tu maravilloso plan? Me amenazas con un arma, o incluso me disparas, ¿y luego qué? Yo soy tu protección en este lugar, princesa rebelde, y existe una sola forma de salir de aquí: la entrada principal custodiada por los hombres de mi familia... Aun así, estamos alejados del centro de la ciudad, ¿cómo te marcharás, caminando, sabes conducir acaso...?

Astrid se mantuvo en silencio mientras su pecho subía y bajaba con dificultad, y algunas lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos color miel. Hiroshi sabía perfectamente que ella no le dispararía.

—Tú no quieres dispararme, Astrid, y ambos sabemos que no tienes escapatoria... Deja de jugar ya, aunque... debo reconocer que llevaba mucho tiempo sin ver una escena tan... «cautivadora»...

Hiroshi comenzó a avanzar lentamente hasta detenerse a menos de un metro de ella, que no paraba de sollozar. Astrid, aún temblorosa, bajó despacio el arma y lo miró a los ojos. Él, sin apartar la vista del rostro húmedo de la chica, le quitó el arma y la lanzó muy lejos, al otro extremo de la habitación.

—No llores... —le susurró y con delicadeza secó las mejillas de la chica—. Yo no te haré daño...

—Tú ya me has dañado lo suficiente... —dijo ella en un tono de voz casi imperceptible.

—Déjame entonces compensar tu dolor...

Hiroshi la miró a los ojos un instante esperando alguna reacción de su parte, pero al no haber ninguna, la sostuvo fuertemente por la nuca y estampó sus labios sobre los de ella. La distancia entre los dos se acortó de inmediato y la besó con desesperación y urgencia, como si su vida dependiera solamente de ese beso.

Había estado esperando durante tanto tiempo para probar los labios de Astrid que su sed no tenía para cuando ser saciada. Su boca era dulce y embriagadora, al igual que el resto de su cuerpo, por lo que sus manos comenzaron a moverse por él como si tuvieran vida propia. Tocaba y apretaba con rudeza las curvas de la chica, quería hacerla suya cuanto antes, pero un pequeño temor lo hizo detenerse: ¿ella querría lo mismo?

Miró a Astrid por un momento sin apartarse de ella, temió estarla forzando a algo. Pero todas sus dudas se disiparon cuando fue precisamente ella quien volvió a unir sus bocas en otro beso apasionado. Esa confirmación era todo lo que necesitaba para dejarse llevar por su enorme lujuria.

Hiroshi le quitó el vestido y la ropa interior sin dejar de saborear sus labios, y verla desnuda y despeinada fue para él mejor que cualquier otro placer que hubiera experimentado en su vida. Era sencillamente preciosa, una visión tan etérea que le parecía salida de un sueño. Comenzó a desvestirse también, y le sorprendió sobre todo la tenacidad de Astrid al ayudarlo a retirar sus jeans negros y su ropa interior. Sí, ella lo deseaba tanto como él, sus instintos no le habían mentido.

La tomó en sus brazos y la levantó con fuerza mientras ella envolvió sus hermosas piernas en su cintura. La pegó violentamente a la pared y siguió tocándola con desesperación. Ese era el momento, el momento por el que había esperado desde que la conoció...

Hiroshi se hundió en la chica y la escuchó gemir en sus labios. En ese instante supo muy dentro que jamás lograría desprenderse de Astrid. ¿Qué tenía ella que lo enloquecía de ese modo?

Comenzó a moverse con fuerza mientras la sostenía en sus brazos, y la pasión entre ambos parecía que haría sus cuerpos arder. Ese era el único cielo en el que Hiroshi quería permanecer, el que ella le estaba haciendo experimentar en ese instante. Ya no importaba nada de lo que había ocurrido anteriormente, ya no importaban las ofensas, ni las peleas, ni el dolor físico. Ella valía sin duda alguna todas las locuras que había cometido y mucho, «mucho» más.

La mezcla entre las respiraciones agitadas y los gemidos de ambos eran la melodía que completaba el momento, que terminó en un éxtasis profundo para los dos, sobre todo para él, que sintió como sus piernas y su alma flaquearon.

Finalmente, apoyó su frente sudada en la de ella sin soltarla, mientras ambos trataban de normalizar sus respiraciones. Astrid lo miró con una mezcla de asombro y de miedo, y él la comprendió perfectamente. Tampoco sabía cómo habían llegado hasta ese punto.

Se mantuvieron en silencio un par de minutos, y luego la abrazó con fuerza y le susurró al oído la única certeza que tenía en ese momento:

—Astrid... yo «jamás» te dejaré ir...

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Este capítulo estuvo especialmente dedicado a AlexaTapia9
❤️

El ángel de la muerte (Antes llamada "El último dragón rojo") © [✓]Where stories live. Discover now