Capítulo 6

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Astrid estaba paralizada

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Astrid estaba paralizada.

Ese chico la había asustado y al escuchar su voz un escalofrío había recorrido todo su cuerpo. ¿Podía ser él, acaso? No, solo estaba traumatizada y definitivamente perdiendo la cabeza.

Él le sonreía y ella se había quedado totalmente muda, haciendo el ridículo. Sin embargo, no quería arriesgarse.

—Eh... no... —respondió y dio un paso hacia atrás—. Estoy bien, gracias.

Trató de sonreír por cortesía, pero él no pareció contentarse con su respuesta.

—Solo me acerqué porque te vi de lejos y no me pareció que pudieras cargar con todo eso tú sola —le explicó el chico y sonrió nuevamente—. Venga... No soy un acosador, solo quise ayudarte.

Astrid dudó un instante y comenzó a detallarlo. En realidad, no lucía en lo absoluto como un depredador sexual o alguien peligroso. Era un chico bastante alto y parecía joven, quizás un par de años mayor que ella. Usaba botas, jeans negros y una chaqueta de cuero del mismo color, con una camiseta blanca debajo. El clima estaba mayormente cálido, pero supuso que estaba vestido de ese modo porque no le agradaba broncearse. Su cabello era negro y liso, un poco desordenado, y llevaba unos lentes de sol, así que no podía verle los ojos.

De igual forma, su mayor debilidad siempre habían sido las sonrisas hermosas, y ese tenía una capaz de hacerle flaquear las piernas. Sus labios eran carnosos y sus dientes muy parejos y brillantes. Parecía salido de una revista y estaba siendo agradable con ella. Tenía que dejar de desconfiar de todos y de sobresaltarse tanto; debía ser capaz de sobrepasar lo ocurrido en la tienda o jamás podría tener una vida normal.

—De acuerdo —asintió, finalmente, y suspiró profundo. Le extendió la bolsa y los libros, y luego agregó—: Te agradezco la ayuda, eres muy amable.

Él tomó las cosas y ella hizo un intento de sonreírle y que pareciera una sonrisa natural.

—¿Vives lejos de aquí? —preguntó él mientras comenzaron a caminar. Aunque sus alarmas se encendieron una vez más, decidió responderle. Él no asaltaría su casa, ¿o sí? Quizás hasta fueran vecinos.

—Eh... sí, solo a un par de cuadras.

—De acuerdo, puedo acompañarte hasta tu casa. —Él llevaba sus cosas con tanta facilidad que parecía que no pesaran en lo absoluto, y tenía una voz tan ronca y sensual que la tenía rendida solo con hablarle.

—¿Tú también vives por aquí?

—No, realmente. Vine solo para hacerle un par de recados a mi padre, pero luego de verte pensé que eso podía esperar...

Lo miró, sorprendida, y él le devolvió una sonrisa bastante sugerente. ¿Estaba coqueteando con ella, acaso? Sabía que era una chica atractiva y no le molestaba en lo absoluto que lo hiciera. Pero le parecía raro, no se conocían de ningún lugar.

—Em... ¿gracias, entonces? La verdad sí había caminado bastante con esas cosas luego de bajarme del autobús. Se suponía que mis amigos me acompañarían, pero no pudieron, así que no me quedó otra opción...

—¿Vas a la universidad? —preguntó él mirando uno de los libros en sus manos.

—Sí, estoy en mi último año de la Licenciatura en Ciencias Sociales.

—Interesante... una chica inteligente...

—Yo diría que sencillamente me gusta lo que hago.

—Eso es bueno, a mí también me gusta lo que hago.

La curiosidad de Astrid se disparó al escucharlo.

—¿Ah, sí? —preguntó—. ¿Y a qué te dedicas?

El chico la miró y le regaló una pequeña sonrisa ladeada. Sí que era sexy, tanto que había decidido callar por completo esa pequeña parte de sí misma que le decía a gritos: «Aléjate, Astrid, este chico es un peligro».

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Este capítulo estuvo especialmente dedicado a DysanS
❤️

El ángel de la muerte (Antes llamada "El último dragón rojo") © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora