Capitulo 3. La hija de la tía Bellatrix

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NARRA DRACO.

Después de que los dementores le dieron el beso a mi padre, mi madre se volvió fría y distante, teníamos oro de sobra como para seguir viviendo como hasta ahora, más aparte la fortuna de la tía Bellatrix, hace una semana vino ese hombre negro de La Orden del Fénix que ahora es el Ministro de Magia para decirnos que los Lestrange nos habían dejado toda su fortuna, algo que me pareció extraño, pero mi madre ni se inmuto cuando Kingsley nos dijo que ahora seriamos más ricos que antes, sus ojos azules parecían vacíos como si le hubieran robado la vida, no salía de su habitación, no comía, y trataba el doble de mal a los elfos domésticos de lo que un día los trato mi padre, a mí no me hablaba y cuando intentaba acercarme a ella me lanzaba una mirada asesina, a veces siento que ella me culpa de lo que paso con mi padre.

Eran las 8 de la mañana y yo estaba en el cuarto de música, donde había un gran piano, nunca aprendí a tocarlo pero estaba intentándolo ahora que pasaba todo el día encerrado en la mansión, esta habitación era enorme, y solo estaba el piano de color negro en medio de esta, junto a la ventana estaba el armario evanescente por el cual hace un año los Mortífagos entraron a Hogwarts, sabía que todavía funcionaba, pero no estaba seguro que el que estaba en la Sala de Menesteres hubiera sobrevivido después de el maleficio Fiendlocked del Crabe, me puse de pie y me acerque al armario, comencé a acariciar su tosca madera tallada, estaba a punto de abrirlo cuando escucho un fuerte "CRACK" me hizo dar la vuelta, Ivory nuestra elfina doméstica, llevaba un vestido verde algo sucio pero le hacía resaltar sus ojos verdes del tamaño de dos pelotas de tenis, su nariz era larga y delgada.

–Amo el Ministro de Magia lo espera en el salón – me dice haciendo una reverencia.

– ¿Kingsley? – Pregunto confundido – ¿a qué ha venido?

–No lo sé amo, quería hablar con la ama Narcissa, pero ella ha gritado a Ivory que la dejé tranquila – dice está levantando sus ojos como pelotas de tenis hacia mi

–Dile a Kingsley que bajo enseguida – le doy la orden con voz agria, a pesar de estar muy preocupado por mi madre Lucius me enseñó a no mostrarme débil ante estos seres inferiores.

Bajé desconcertado al salón de la mansión creía que después del testamento de mi querida tía Bellatrix y de Lucius ya no tenía nada que hablar con ese torpe de Kingsley, al llegar al salón el cual siempre está a oscuras y con la chimenea prendida, observo a nuestro amado Ministro de Magia de pie frente a ella observando el fuego, su piel morena, toma un tono rojizo por el reflejo de las llamas, vestía su usual túnica morada y tiene las manos hacia tras, este gesto le daba un aspecto de estar pensando detenidamente en algo.

– ¿Señor Ministro? – salude sin poder evitar el sarcasmo en mi voz, Kingsley giro sobre sus talones y me miro, sus ojos me penetraron y se le veía muy preocupado, sé que nunca le caí bien, pero el verlo ahora note un poco de lastima en sus ojos, cosa que me irrito mucho.

–Joven Malfoy, un placer verlo – inclino su cabeza un poco en forma de saludo y se acercó a mí.

–Basta de formalidades Kingsley, ¿me vas a decir a que viniste? – le pregunte enfadado, sus ojos cafés me penetraron la mirada.

–Tome asiento Señor Malfoy – y se sentó en el sofá frente a la chimenea, dio dos golpes al sofá a un lado de él invitándome a sentarme.

–Estoy bien de pie – dije cortante

–Es un tema delicado – comenzó – no sé por dónde empezar

–Por el principio si no es mucha molestia – le dije y me dirigí frente a la chimenea para quedar frente a él, y este dio un suspiro, parecía cansado a pesar de que la guerra había terminado, muchos Mortífagos lograron huir, mi padre fue uno de los pocos que se entregó.

No todo lo que brilla es oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora