Stjerne. Parte 1

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A Sandy siempre le habían gustado las estrellas.

Durante mucho tiempo había vivido en una metrópoli, incapaz de contemplar un cielo vasto y despejado, pero finalmente había encontrado un nuevo lugar que la recibió como un hogar y le permitió perseguir sus sueños acompañada de un manto de estrellas en un cielo negro como la tinta.

Llevaba apenas cuatro meses viviendo ahí, una ciudad acogedora, vecina de la capital, rodeada de bosques y cerros, con edificios coloridos y parques en todos lados. Era ligeramente rural, demasiado a las orillas de la capital, pero lo suficientemente comunicada.

Un poco lejos de su familia y sus amigos (en otro país, ja), pero no se sentía mal.

Había tomado la tradición, cada noche, después de cerrar la bonita cafetería que se había esmerado en hacer funcionar, apagaba cada luz, subía al techo y se quedaba hasta las diez, contemplando las estrellas bebiendo un poco de atole de arroz o escuchando música. Si llovía, se iba a su cuarto y contemplaba el cielo caer, jugando a si podría recordar dónde estaban las estrellas aún sin verlas.

Fue una de esas noches, donde la tarde estuvo saturada de clientela y la noche demasiado cálida para una bebida igual, que subió, ésta vez con un simple jugo de fruta en una mano y los audífonos en la otra. Se acostó en su lugar usual, puso música que calmara el estrés del día demasiado cargado de trabajo y sin querer, se dejó llevar por el agotamiento y la sensación cálida del ambiente acogiéndola.

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Despertó cuando comenzó a hacer frío. Las estrellas seguían ahí, pero la luna estaba lejos de donde la había visto por última vez, no sabía ni qué día era.

Gritó de repente, brincando desorientadamente en su sitio cuando escuchó un siseo extraño a su oído izquierdo. No se supone que hubiera nadie aquí, ¿había alguien ah-

No había nadie cuando miró.

Se llevó la mano al oído afectado, encontrando el audífono todavía puesto, sin embargo, desconectado de su celular.

Hmm.

Miró la hora, dos de la mañana. Miró el cielo, la luna en lo alto. Miró la ciudad, con luces aun brillando y autos circulando.

Respiró un par de veces, comenzando a murmurar para sí misma, tratando de deshacerse de la desagradable sensación de haber tenido una presencia detrás. Puso la mano en la puerta para entrar, mirando al cielo una última vez y... notando una estrella fugaz.

No, espera, ¿es un avión? No, brilla demasiad- ¡¿Es un meteorito?! ¡¿Hacia dónde va?! ¡¿Es sólo ella o está demasiado cerca?!

Por un momento temió que fuera una alucinación y en realidad aún estuviera inconsciente en el techo de su cafetería. Parpadeó, talló sus ojos y entrecerró los párpados, tratando de cambiar o desaparecer la imagen de uN METEORITO CAYENDO AL CERRO QUE LE QUEDA A TRES CUADRAS AAAAAAAAAHHHHHH-

La luz finalmente desapareció entre los árboles frondosos sin un sonido más que las aves volando fuera de la trayectoria del objeto y algunas ramas cediendo a la fuerza de la caída. Sin explosión, sin impacto, sin fuego, ni nada...

Sin pensarlo, se acercó al borde de la azotea, como si eso le fuera a permitir ver a través de los árboles y se asomó, buscando cualquier brillo, incluso si alguien más también lo había visto o algo.

Sin embargo, se encontró sola, las calles inusualmente silenciosas, desprovistas de cualquier otro espectador.

Una curiosidad salvaje se asentó en el fondo de su consciencia, instándole a ir a investigar por su cuenta, descubrir qué era, tocar, saber antes que nadie.

DisyunciónWhere stories live. Discover now