Satan is My Sugar Daddy

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Nota!: EL TÍTULO ME MAMA

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Evan no creía en cosas como la suerte o el destino. Sin embargo, creía que había nacido bajo una estrella desafortunada, puesto que su suerte nunca había sido la mejor.

Probablemente el mejor ejemplo para demostrarlo no sería cuando su madre murió, tampoco cuando fue echado de su casa por ser gay, tampoco cuando accidentalmente atrapó a su tía Agne con su maestra de la universidad Sigourney y desde entonces su vida escolar se volvió un infierno o cuando en el apartamento compartido que rentó, tuvo que compartirlo no con una, o dos, sino con tres personas.

Tal vez el mejor ejemplo sería cuando la única mujer viviendo en el apartamento accidentalmente casi vende su alma.

Era bastante injusto, pero logró sobrevivir de alguna forma.

Un día simplemente estaba comiendo cuando escuchó los gritos desesperados de Librado, el único al que conocía desde la infancia y quien le había invitado a rentar el apartamento. El chico delgado y parlanchín era un desastre miedoso, sin embargo, la forma tan desesperada en la que gritó, activó todas las alarmas de Evan y lo hizo correr frenéticamente a la habitación de Odilia.

Cuando su mano estaba en la perilla y mientras él embestía la madera con el hombro en caso que estuviera trancada, la advertencia de "¡No entres!" a duras penas fue registrada en su cabeza. Intentó frenar su impulso, sin embargo, la puerta ya había cedido bajo su peso y tropezó con sus propios pies. Recuperó el equilibrio entrando a trompicones a la habitación.

Levantó la cara a tiempo para mirar las expresiones aterrorizadas de Librado y Odilia antes que una ráfaga de fuego cubriera su campo de visión y se diera cuenta que estaba dentro de un dibujo en el suelo hecho con... ¿sal?

—¡Evan! ¡Sal de ahí! —chilló Librado y aunque Evan intento obedecer a la orden, sus pies permanecieron pegados al suelo cuando un par de manos emergieron del suelo y tomaron sus tobillos.

Había un rumor en la universidad que los brownies de la vuelta tenían mariguana. Evan se arrepintió de haber gastado un euro en uno de esos si sólo se estaba mal viajando. Pero lejos de sus pensamientos sobre mejores lugares para comprar pan dulce, su cuerpo se había quedado congelado del terror mientras éstas manos negras y afiladas comenzaban a trepar por sus piernas, sacando del suelo lentamente un cuerpo manchado de una sustancia negra desconocida, cabellos blancos y piel grisácea.

—¡EVAN, POR DIOS! ¡¿YA TE MORISTE?! ¡¡GRITA O ALGO!!

—... No —para ser un monosílabo, igual balbuceó bastante antes de lograr pronunciarlo adecuadamente para responderle a Odilia. Estaba en shock probablemente.

—¡Está en shock probablemente! —chilló Librado haciendo eco a sus pensamientos.

—¡Evan, no podemos verte! ¡¿Qué está pasando?! ¡¿No estás ardiendo?!

—No. —respondió con menos duda, en realidad el fuego se sentía bastante frío y su piel no estaba ampollándose. Le dejó una incómoda sensación de ser algo antinatural.

Caso contrario de las manos que ya estaban asomando unos hombros igual manchados de negro, las cuales quemaban a través de su ropa y dejaban ardiendo frío como una de esas cremas musculares de menta. Los brazos estaban demostrando ser casi del largo de sus piernas, lo cual era absolutamente aterrador siendo que él era ligeramente más alto que la media.

Sentía cada músculo tensándose a cada centímetro de aquel ser revelándose entre las llamas. Cuando finalmente el ser había posado ambos pies desnudos llenos de garras, su cabeza tocaba el techo y los gritos de Librado eran ensordecedores.

DisyunciónWhere stories live. Discover now