De sombras y vidas pasadas

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Evan es un hombre cansado.

Ha vivido gran parte de su vida siendo empujado por la corriente, ha conseguido un trabajo promedio, una vida promedio, una personalidad promedio.

A sus veintiséis años simplemente está cansado. Atrás se ha quedado la esperanza infantil de ser un astronauta o incluso un rescatista reconocido, se quedó la furia por mejorar el mundo y rebelión adolescente, la determinación juvenil por conseguir un buen trabajo y tener una familia que amar. Aún es joven, claro, no es como si la vida se le acabara antes de los treinta, probablemente sólo es una crisis de mediana edad prematura o algo así por la muerte de su hermano.

Pero está muy cansado.

Ve a su hijo dormir contra su pecho y suspira. Al menos Scott está en casa.

No es su hijo realmente. Dios, no. En lo más profundo de su ser, en las profundidades de las partes más escondidas de sí mismo, Evan sabe que no sería capaz de tener un hijo propio como Scott había sido concebido. Él no podría encontrar una mujer a la cual pudiera amar de esa manera. Scott era su sobrino.

A diferencia de sí mismo, Aren y Noah no eran así, ellos habían construido sus propias familias relativamente rápido, o al menos así se veía a los ojos del hermano menor cuyos primeros recuerdos eran de su hermano mayor yéndose del país a estudiar en el extranjero y otro hermano dándole sus propios apuntes álgebra de la preparatoria cuando le pedía ayuda con las divisiones.

Sin embargo, Aren y su esposa estaban muertos y Evan había actuado por impulso cuando pagó abogados que le dieran la custodia de su sobrino para no permitir que estuviera más de un día en el sistema de crianza. Legalmente Scott era su hijo y en realidad le gustaba pensar un poco en eso. El pequeño era idéntico a su madre de la manera en que el propio Evan era idéntico a la suya- a excepción de la vaga sombra de gris en los ojos de Scott y la forma de la nariz idénticos a Aren.

Entonces Evan es un hombre en los inicios de una crisis de mediana edad que también es padre soltero.

Al menos tiene un trabajo estable, eh.

Siente las sombras aferrarse más a su espalda, jalar sus ropas, arañarle los tobillos y envuelve mejor a Scott contra su pecho.

A veces siente que debería entregarle Scott a Noah.

No es que no quiera al niño, sinceramente lo adora. Es precioso y brillante y nunca lo deja ahogarse en el silencio, pero Evan tiene eso, eso extraño, eso algo que no comprende y que lo persigue y que lo acecha.

No sabe qué es, sólo que probablemente ha estado con él toda su vida. Está ahí en la obscuridad, lo invita y le abre los brazos, ofreciéndole consuelo y calma, pero de una manera tan envolvente que siempre ha temido perderse en la obscuridad si lo acepta. Era apenas perceptible hasta antes de cumplir catorce y era soportable antes de cumplir veintiséis. El peso del niño entre sus brazos es lo único que lo detiene de dirigirse a las esquinas obscuras de su hogar para preguntarles qué es lo que quieren de él.

Le preocupa que le intenten hacer algo a Scott, pero el niño parece repeler las sombras de una manera que incluso ellas parecen recibir de buena gana. Su niño es especial y lo sabe, así como ha habido algo diferente en sí mismo desde siempre, también hay algo diferente en Scott.

(No quiere decirle a nadie, pero está bastante seguro de que es por eso por lo que fue el único en sobrevivir al asalto.)

Es por eso también que no podría dejarle Scott a Noah. Incluso si él tiene un hogar cálido y una esposa que no tendría problemas en ser la familia que un niño necesita.

DisyunciónWhere stories live. Discover now