Dudas y confusiones

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Por primera vez, se veía un bello día en el Sengoku, las aves cantaban con regocijo y el cielo azul, puro y lleno de calidez, delataba la suave y pacífica brisa del viento. Sin duda era un día de relajo total...

- ¡ABAJO!

Se oyó sonoramente de algún lugar cercano.

- Kagome ¡ahora por qué me mandas al suelo!

- Perro tonto, ¡jamás me podrás tocar mientras Kagome me defienda! -sonrió el pequeño Shippo con gesto triunfante.

- ¡Maldito enano! -Inuyasha se mostraba muy enojado.

- ¡Ya basta, Inuyasha!, no seas infantil ¡No puedes ponerte a la altura de un niño! -espetó Kagome con una voz aparentemente débil.

- ¡Maldita sea! -Diciendo esto, Inuyasha se sentó lejos de ellos.

- ¿Kagome, puedo ir a jugar afuera? -cuestionó Shippou bastante animado.

- De acuerdo, Shippo, pero no te alejes mucho de la aldea -le advirtió Kagome al pequeño.

- ¡Si! Regresaré pronto -dijo, para después susurrar algo a las espaldas de Kagome- Ahora están muy solitos…

Kagome se alejó de la cabaña y se sentó bajo la dulce sombra del Goshimboku. Inuyasha, sin duda alguna, decidió acompañarla. Se había vuelto un hábito el seguirla a todos lados. No pasó mucho tiempo para que la joven sacerdotisa se percatara de la presencia del hanyou, sin embargo no se atrevió a verlo de frente. Hubo un silencio incómodo para los dos y lentamente comenzó a oscurecer el cielo, lo que hicieron es permanecer en silencio admirando las brillantes estrellas, hasta que Kagome fue quien decidió romper el hielo.

- Oye, Inuyasha… -musitó.

- ¿Qué pasa?

- ¿Qué es lo que opinas de mí? ¿Te parece cómoda mi presencia aquí? -preguntó ella sin mirarlo.

- ¡¿Qué tonterías preguntas? -contestó algo apenado.

- Es que, ahora que me pongo a pensar, yo tengo la culpa de todo esto. Si no hubiera destruido la perla, ninguna vida se habría perdido -La muchacha comenzó a llorar de repente- me siento como una criminal…

- Pero Kagome, ¿qué diablos estás diciendo? -Inuyasha se afligió por el comentario de la chica.

- Nada, olvídalo, no dije nada -Dijo en el mismo momento que secaba sus lágrimas.

- Oye, yo… -dijo Inuyasha, sin poder evitar perderse entre sus palabras.- Yo…

- ¿Qué pasa, Inuyasha?

- No...Nada.

- Inuyasha, yo... -la muchacha intentó ponerse de pie, pero perdió el equilibrio y cayó desmayada.

- ¡Kagome! -Él la tomó entre sus brazos protectores- ¡¿Qué te pasa, Kagome? -La abrazó con amargura.- ¡Por favor, tú no tienes la culpa de nada…!

- Inuyasha, ¿Qué sucedió?

Venían Sango y Miroku corriendo.

- Inuyasha, ¿qué ocurre con Kagome?

- Se ha enfermado…La llevaré dentro de la cabaña.

Sus compañeros le siguieron el paso y lo ayudaron a recostarla en un cómodo futón.

- Kagome es una tonta…-comentó tratando de explicarle a sus amigos lo que Kagome le había confesado- ¡maldición, quiero matar a ese maldito! ¡No podemos perder más tiempo! Por culpa de él…Kagome se cree culpable de todo…

- Nada ganamos con desesperarnos, necesitamos descansar -Le reprochó Sango.

- Mientras descansamos…ese desgraciado se va fortaleciendo, Sango…

- Solo debemos cuidar de Kagome ahora, de nada nos sirve ser desesperados.

- Kagome tonta…si quieres acabar con ese idiota no deberías enfermarte así, si no luchar…

- No le exijas tanto, Inuyasha…Si la presionas será peor. ¿Qué te mueve tanto a desesperarte así?

- Si ya sabes para que lo preguntas -dijo inconscientemente Inuyasha tratando de no mostrar sus verdaderas intenciones, esperando que Kagome no lo oyera- Además…es culpa de Kagome, quien se viene a enfermar ahora. Creo que lo más conveniente sería mandarla a su época…

- ¡Inuyasha, ya basta! -le impuso Miroku, dándole a entender al híbrido, que Kagome estaba oyendo todo.

- Con que me quieres alejar… -Kagome se levantó y le dio una dolorosa bofetada- ¡Tal vez jamás dirías eso de Kikyo! ¿Ella es mucho mejor que yo, no? ¡¿Por qué no le pides que me reemplace? -Comenzó a decir entre lágrimas- ¡No puedo creer que después de lo que hablamos, me sigas viendo como un objeto!

- ¡No es eso! -Él bajó la cabeza- No quise decir algo así.

- Pues sin embargo lo dices y ¿no te das cuenta de que me lastimas?

- Kagome, perdón…-ya sabría lo que vendría después.

- Eres un insensible ¡Abajo! ¡Abajo!

- ¡Kagome! -le gritó Inuyasha para evitar que siga, lo estaba lastimando en serio.

- Entonces es así como me consideras, una mujer débil. ¡Eres de lo peor! -gritó con desesperación.

- ¡Como odio que me uses como tu juguete! ¡Sólo eres una máquina de castigo con esos abajos que me dices! ¡Recuerda que tu misión aquí es recolectar los fragmentos, sólo te uso para eso! ¡Sólo eres un radar para mí, no significas nada más!

- ¿Qué...dices? -Kagome se deja caer con lágrimas profundas de dolor- entonces jamás sentiste nada por mí, tan solo soy un arma más para ti...

Maldita sea ¿qué acabo de decir?

- ¿Por qué dijiste eso?, ¡¿Por qué la lastimas tan cruelmente? -le levantó la voz la exterminadora.

- Kagome, yo...lo siento mucho -una lágrima casi invisible para los demás, cayó por la mejilla de Inuyasha, quien salió corriendo velozmente para evitar que le vieran en tal estado.

Inuyasha decidió pasar la noche en el Goshimboku, mientras que Kagome regresó sigilosamente a su casa sin que nadie se diera cuenta de su marcha silenciosa, tomando algunas cosas, entre ellas, un chihaya que le regaló Kaede la primera vez. Acto seguido, comenzó a escribir una nota, mientras que la luna iluminaba su triste decisión.

- Quiero ser más fuerte, y además… -dijo Kagome bajando la mirada- si sigo con vosotros, sólo traeré más desgracias. Ya no quiero sentirme más como una criminal, no puedo seguir a vuestro lado. Ya lo he decidido, me voy de aquí…

La partida sigilosa de KagomeDove le storie prendono vita. Scoprilo ora