BONUS

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La señorita Marceline demoraba una eternidad en abrir la puerta, aunque mientras observaba con la mirada, logré ver un sobre algo familiar en el suelo del pórtico. ¿Es lo que creo que es? Sin pensarlo dos veces, tomé el sobre y miré el sello. Es una invitación a la boda real. La guardé en mi bolsillo rápidamente, la princesa no sería capaz de invitar a su amada a la boda que ni ella quería.

Toqué tres veces la puerta y ni rastros de ella. Esperaba impaciente tocando otra vez.

—¡Que ya voy! Demonios. —escuché dentro. —LSP, si eres tú... —abrió la puerta, quedando entre sorprendida y confundida. —Mentita, yo... ¿A qué se debe tu visita?

Me quité los lentes de sol y simplemente entré a su casa.

—Vengo a arreglar tu... —hice una mueca, mirando su cabello. —Desastre. —dejé mi bolso en el piso.

—¿Ella te lo pidió? —dijo mientras cerraba la puerta.

—Algo así. —hice una pausa. —¿Dónde está el baño? Para poder trabajar.

Ella simplemente me hizo una seña para poder seguirla.

—¿Cómo te hiciste todo eso? —cuando por fin estuvimos en el baño, comencé a acomodar mis cosas.

—Quería un cambio, y al parecer no salió del todo bien.

—¿Qué esperas? Siéntate en alguna silla para poder teñir tu cabello del hermoso color que era antes. —ella soltó una pequeña risa.

—¿Por qué haces esto? —hizo lo que le pedí.

—Porque tanto la princesa como yo, casi morimos de un infarto al ver tu desastre. —comencé a mezclar los elementos que utilizaría para la tintura.

—La extraño. —ella se quitó su camiseta y se colocó una vieja que tenía en su baño.

—Lo sé, pero fue desastroso cómo ocurrió todo. La princesa se desmoronó durante los primeros dos años. —ella me escuchaba atenta. —Tanto que comenzó a beber con frecuencia, a veces tenía que dormir junto a ella. —tomé una de las tijeras que tenía y tomé gran cantidad de su cabello. —Y por eso si vuelves a hacer algo parecido, despídete de tu arma mortal.

—Créeme que no volveré a molestar. —ella me miró con sorpresa. —Yo... Creo que me daré un tiempo para conocer a otras personas, quizás eso me haga bien. —dejé las tijeras de lado y comencé a separar su cabello. —Además ella ya dejó en claro que se casaría con ese idiota.

Quería contarle con detalle las cosas que habíamos hablado con la princesa, pero no era de mi incumbencia meterme.

—Bien, prosigamos con tu cambio de look. —comencé a colocar tintura en su cabello.

—¿Crees que ella me perdone? —decía mientras yo trabajaba con su pelo.

—Cariño, como fiel seguidor y confidente de la princesa, no puedo revelar absolutamente nada. —seguía separando sus mechones de cabello, poniéndoles la tintura. Ella solo suspiró.

—Supongo que lo nuestro acabó de verdad, verdad.

—Sí. De verdad, verdad. —repliqué. —No lo sé, quizás si matas al engreído de su prometido... No la obtendrás de vuelta pero al menos no se casará con él.

—Lo odio tanto... —suspiró. —Quizás si es momento de terminar ese capítulo.

Sentía que debía hacer algo, obviamente la princesa seguía amando a la señorita Marceline, y viceversa. Me quedé en silencio por un largo rato, pero en verdad yo no era quien debía arreglar sus problemas personales, por más que quisiera.

***

De vuelta al palacio me preguntaba una y otra vez qué hacía esa invitación allí, quién la había enviado. La tomé de mi bolsillo y miré detenidamente la letra, no era de la princesa, pero si trataba de imitarla.

Cuando estuve más o menos cerca noté que ella estaba en su balcón. ¿Volvió antes de su cita? Me apresuré en entrar al palacio, y como si tratara de magia, subí a la velocidad de la luz para saber qué había pasado, y toqué cuidadosamente la puerta de su habitación.

—Ya voy. —escuché detrás, esperé unos segundos y abrió. —Mentita, volviste más rápido de lo que pensé.

—Sí, y encontré algo que me preocupó. —entré a la habitación y saqué la invitación de mi bolsillo.

—¿Es lo que creo que es? —me la quitó de las manos y la abrió.

—Mi pregunta es quién la envió.

—Braco, me lo dijo en el restaurante. —rompió la invitación y la tiró en la basura.

—Ese torpe. —me crucé de brazos.

—Me colma la paciencia... ¿No alcanzó a verla?

—¿La señorita Marceline? No, no la vio, estaba en su puerta y justamente la vi antes. —ella suspiró.

—Me alegro. —hizo una pausa. —Muchas gracias.

—No hay de qué, bien, creo que mi labor está hecho.

—Espera. —me detuvo. —Ella... ¿Te dijo algo? Sobre mí, digo, si es que... —titubeó.

—Sí, lo hizo. Aunque creo que ya usted lo sabe, ella no ha escondido en ningún momento sus sentimientos sobre usted, pero está dispuesta a conocer a otras personas. —su rostro se mostró decaído.

—Hablas de...

—Ella está pensando en rehacer su situación amorosa. —caminó hasta el sofá y se sentó en este.

—Entiendo. —desvió la mirada.

—Es lo que usted quería, ¿No?

—Si, sí. —sonrió levemente.

—¿Quiere una taza de té?

—Por favor.

Good Little Girl [Bubbline]Where stories live. Discover now