Respira deprisa, sus mirada es desorbitada y su quijada está super tensa, así exuda... peligro. ¿Qué ocurre? Se da cuenta de mi presencia un segundo después en el que siento que romperá algo, los puños están apretados, parece listo para algo que no quiero ni pensar.

—¿Riah? —hablo con temor al fin.

—¡No vuelvas a nombrarme de esa manera! —ruge. Retrocedo temerosa, aturdida. Jamás lo he visto así y luego avienta lo que imagino es un celular pero no me atrevo a soltar esos ojos cargados de odio—. ¿Por eso la ropa no está, las joyas? ¿Por eso desapareces todo el maldito día? ¿Por eso todo el dinero que sacaste? ¡Por eso me evades y no respondes mis putas preguntas! —Se acerca y me quedo congelada ahí, en mi lugar—. ¡Maldita sea! Me he empeñado en pensar que eras más de lo que todos se esfuerzan en creer de ti. Fui un imbécil, por eso esta jodida cena. —Va a tomarme por el brazo, pero niega casi temblando, luego se lleva las manos a la cabeza y grita desgarrándose, con dolor agachándose un poco.

Intento acercarme, temblando.

—¡No me toques! —amenaza. Retrocedo de un brinco.

—Yo te puedo explicar todo eso. Riah, lamento haberte mentido. —Pero no puedo continuar porque, ahora sí fuera de sí, me toma del brazo y me acerca a su rostro con fuerza, logrando que me ponga de puntillas. Gimo. No creí que tomara así las cosas, además, cómo supo, por qué su cambio abrupto. No entiendo nada y mi estómago se revuelve.

—Lárgate con él, en serio, no tienes que mentir más. ¡Solo lárgate con él, maldita sea, Desa! —dice con lágrimas en los ojos. Niego buscando que me suelte, lo hace y se dirige casi corriendo hasta la puerta.

—¡De qué hablas! —le grito desesperada. Se detiene un segundo, pero yo no y lo hago girar por el hombro a pesar de que lo veo fuera de sí. No entiendo una mierda. Toma mi muñeca y hace que deje de tocarlo, asqueado, dolido, se limpia las lágrimas con rabia. En serio nunca lo había visto así y me asusta.

—Imaginé miles de cosas, pero nunca que me traicionaras. Mentira tras mentira, y yo como un imbécil esperando cada puto día a que me dijeras qué ocurría en realidad. Me empeñé en ver en ti alguien que nunca existió —dice con dolor que me abre en dos.

—¡Con quién! ¿De qué hablas?

—No quiero volver a saber de ti —asegura determinado apuntándome con el dedo índice. Abre la puerta. La rabia y el miedo me comen y la mierda de no entender ni un poco de lo que pasa, pero le detengo con ira.

—Esto lo haces por Rowe, ¡¿no es así?! —Arruga la frente y quita su mano de la mía con un movimientos violento.

—¡No la metas en esto!

—¿Qué no la meta? ¡Qué mierdas hay entre ustedes entonces!

—Te aseguro que no lo mismo que tú y ese tal Steve —responde cínicamente, pestañeo, mi reacción lo enciende y me acerca de nuevo a él—. Después de todo no valía la pena luchar por ti, nunca lo valió —y sale logrando con esas palabras abrir una herida que sangra como ninguna otra jamás.

De pronto comprendo que algo leyó en el teléfono y no tengo una maldita idea de qué, pero lo malinterpretó, no puede ser otra cosa. Salgo corriendo y le grito pero no detiene el auto. Grito más hasta sentir que me quedo sin voz y luego, histérica, regreso a la casa, busco las llaves de mi camioneta, no tengo una maldita idea de dónde las dejé. Missy ladra notando el revuelo. La tomo en brazos temblando y como una loca volteo todo, tiro cosas, algo se quema, pero no me detengo, sigo buscando tiritando, corro a la cocina antes de que se prendan las jodidas alarmas y apago el estofado, está quemado. Barro con mi brazo todo lo que está en la encimera gritando de dolor y desespero. Meto a Missy al lugar donde duerme al darme cuenta de que se puede lastimar con algo de lo que cayó.

Más de ti • LIBRO I, BILOGÍA MÁSWhere stories live. Discover now