Rosalind Franklin

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«La ciencia y la vida cotidiana no pueden y no deben ser separados

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«La ciencia y la vida cotidiana no pueden y no deben ser separados.»

Rosalind Franklin

En una época en la que la ciencia era considerada una actividad casi exclusiva para hombres, Rosalind Elsie Franklin, supo abrirse camino.

Nació en Londres un 25 de julio de 1920 en el seno de una familia adinerada. Era la segunda de cinco hermanos —tres varones y dos mujeres—, y desde muy temprana edad mostró dotes para la ciencia. Tal es así que, a los 17 años, ingresó al Newnham College de la Universidad de Cambridge. No obstante, nada fue sencillo para ella, su padre, Ellis Franklin (1894- 1964) —un banquero de origen polaco, cuya fortuna hizo con exitosos negocios—, quería que se dedicara al trabajo social. En él, Rosalind encontró un obstáculo que logró sortear gracias al apoyo financiero de una tía.

Sin embargo, Ellis, al ver que su hija no cambiaba de parecer, terminó por aceptar su decisión y le restableció el apoyo económico que le había quitado. De esta manera, Rosalind se graduó en 1941, a pesar de que la universidad no le otorgó el grado de licenciatura por ser mujer.

En pleno auge de la Segunda Guerra Mundial —en la cual, la mencionada, ayudó a muchos refugiados alemanes que huían a Gran Bretaña y participó como guardia de ataques aéreos para salvaguardar el bienestar de sus compatriotas—, la Bristish Coal Utilisation Research Association (BCURA) la invitó a trabajar con el carbón, y sus investigaciones la ayudaron a doctorarse, además de contribuir a su país con mejores máscaras de gas.

Luego de la guerra, Rosalind decidió salir de su zona de confort y ver el mundo. Viajó a París en donde aprendió y desarrolló la técnica de difracción de rayos X —o cristalografía de rayos X— que ayudó a dilucidar uno de los dilemas más importantes del siglo XX: la estructura del ADN. Los avances de dicha técnica novedosa para aquellos tiempos, llegaron a oídos de John Randall (1905- 1984), director del laboratorio del King's College de Londres, quien no dudó en llamarla para que pudiera aportar sus conocimientos al estudio del ADN. Allí le ofrecieron trabajar junto a Raymond Gosling (1926- 2015), un becario colaborador de Maurice Wilkins (1916- 2004), un físico neozelandés.

Rosalind se entusiasmó con la idea de volver a su país —aunque le gustaba vivir en Francia— y, con ya 30 años de edad, emprendió el regreso. Sin embargo, el entusiasmo no le duró mucho. Al llegar, encontró un laboratorio austero al que le hizo mejoras que a Wilkins no le agradaron demasiado, y constituyó el primer motivo de enfrentamiento entre ambos. La mujer tenía un carácter fuerte y sabía hacerse respetar, personalidad que algunos tacharon como feminista, quizás en forma de burla como sucede en la actualidad cuando una mujer no se deja intimidar.

Otro motivo que incomodó a Rosalind fue la existencia de una sala de descanso en la cual no se permitía el ingreso a las mujeres. Allí, sus colegas masculinos, discutían sobre el trabajo e intercambiaban ideas. Sintió que la dejaban de lado.

Pero, a pesar de que no era feliz en su lugar de trabajo, logró avances importantísimos para la ciencia, como por ejemplo, la famosa fotografía 51, pieza clave para encontrar la estructura del ADN.

Aunque nunca llegó a saberlo, Rosalind, estuvo cerca de llegar a las mismas conclusiones que Watson y Crick, pero abandonó el proyecto luego de que estos publicaran su famoso trabajo sobre el ADN en la revista Nature, junto a otro artículo escrito por ella que respalda el trabajo de los antes mencionados. Ella nunca buscó la fama, amaba la ciencia y dedicó su vida a ella.

En otro ámbito, continuó su carrera investigando virus como el de la polio o el del mosaico del tabaco —el primer virus descubierto—. Investigaciones que hasta el día de hoy son de consulta permanente en universidades de todo el mundo.

Murió joven, soltera y sin hijos en 1958, víctima de un cáncer que, algunos, creen que fue consecuencia de sus estudios con la radiación. Nadie dice que la ciencia es fácil.

Si quieren saber más sobre esta brillante científica, les sugerimos consultar los siguientes libros:

«La doble hélice» de James Watson.

«Rosalind Franklin y el ADN» de Anne Sayres.

«La dama oscura del ADN» de Brenda Maddox.

Entrada escrita por: LPHeart

¿Conocían la historia de Rosalind Franklin?

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