Anna Coleman Watts Ladd

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Cuando pensamos en personajes históricos importantes, en muchas ocasiones se nos vienen a la mente los grandes reyes a la cabeza de imperios, las fuertes emperatrices en sus tronos, o los grandes generales al frente de la guerra

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Cuando pensamos en personajes históricos importantes, en muchas ocasiones se nos vienen a la mente los grandes reyes a la cabeza de imperios, las fuertes emperatrices en sus tronos, o los grandes generales al frente de la guerra.

Cuando pensamos en personajes históricos importantes, muchas veces nos olvidamos de otros que pasaron desapercibidos para la historia. Que se mantuvieron en un segundo plano y cuyos trabajos o acciones nunca llegaron a los libros de texto.

Entre esos personajes, tan desconocidos como necesarios, se encuentra nuestro personaje de hoy: Anna Coleman.

Anna Coleman Watts Ladd (Filadelfia, 15 de Julio de 1878 – Boston, 3 de junio de 1939) fue una artista estadounidense que cambió muchas vidas. No pudo hacer que acabara la guerra ni ganó ninguna batalla, pero consiguió que muchos soldados heridos y desfigurados en la Primera Guerra Mundial volvieran a tener una vida normal.

Pero ¿quién era ella? Aquí os vamos a contar un poco sobre ella y su importancia.


SU VIDA EN ESTADOS UNIDOS

Anna Coleman Ladd pasó la primera parte de su vida en su país natal. Allí se hizo un nombre como artista. Escribió dos libros Hieronymus Rides (un romance medieval), y The candid adventurer (donde habla de la sociedad de Boston de 1913). E incluso escribió dos obras teatrales, aunque ninguna se representó. Nos resulta curioso que una de estas obras es la historia de una escultora que va a la guerra. ¿Intuición?

Ella también se hizo un nombre importante con sus obras escultóricas. Una de ellas, Triton Babies estuvo expuesta en la Exposición Universal de San Francisco de 1915 y hoy por hoy la podemos ver en uno de los lagos del jardín público de Boston. ¡Incluso muchas de sus obras aún entran en distintas subastas! Tanto por sus importantes estudios, como por sus exposiciones, Anna ganó bastante visibilidad en su país.

SU VIDA EN EUROPA

A finales de 1917, su marido, Maynard Ladd, un importante y reputado médico, fue nombrado director de la Oficina de Niños de la Cruz Roja Americana. Fue en ese momento donde, viajando con él, Anna comenzó su nueva vida en Europa. Fue entonces que ella pudo ver muy de cerca los estragos de la guerra.

En cualquier guerra, pasada o presente, la mayoría de las veces solo se contabilizan los muertos, pero las guerras se llevan mucho más. Muchos soldados tienen sus vidas marcadas por lo que sus ojos tienen que ver o por lo que sus manos tienen que hacer.

Durante la Primera Guerra Mundial (28 de julio de 1914 – 11 de noviembre de 1918) muchos de los soldados europeos no solo tuvieron que lidiar con lo que tenían grabado en sus mentes, sino que tuvieron secuelas físicas, desfiguraciones visibles que eran motivo de repulsa para quienes los veían.

En París, Anna conoció a Francis Derwent Wood y su trabajo en el Departamento de Máscaras para desfiguración facial. Tras este descubrimiento, Anna decidió fundar el Studio for Portrait Masks, adscrito también a la Cruz Roja Americana.

Ella quiso darle una solución a los soldados franceses, quienes acudían a su estudio buscando ayuda para curar las heridas físicas y psicológicas. Los veteranos, en el estudio de Anna (donde estaban además prohibidos los espejos) podían estar sin temor a ser discriminados por su aspecto.

Ella usó sus dotes como artista para crear las máscaras. La manera es sencilla de explicar, aunque no era fácil de hacer, porque tardaban semanas en concluirlas de la manera más realista posible.

Anna hacía un molde del rostro de los soldados en plastilina y arcilla

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Anna hacía un molde del rostro de los soldados en plastilina y arcilla. También se ayudaba de fotos antiguas para ver los hábitos y expresiones de cada herido. Tras esta fase, creaba la pieza protésica en cobre galvanizado. La terminación era una prótesis que pintaba con el mismo tono de piel del soldado, y a la que incorporaba cabello real para las pestañas, cejas o bigotes. Las prótesis se ajustaban a la cara con cuerdas o incluso con gafas.

Ella realizó unas 200 máscaras hasta que la Cruz Roja Americana no pudo seguir costeando su estudio. Puede parecer una cifra ínfima, seguro que hubiera hecho más si hubiera dispuesto de más tiempo y fondos, pero aún así, no nos olvidemos que fue un trabajo arduo, que supuso cambiar la vida de 200 soldados. Devolverles la posibilidad de estar con sus familias o de salir a la calle sin recibir miradas de asco.

Lo que creó Anna Coleman se llama anaplastología (que no es otra cosa que el arte, la artesanía y la ciencia de restaurar la anatomía ausente o malformada a través de medios artificiales) y hoy por hoy sigue vigente, aunque con nuevas técnicas de prótesis artificiales; por suerte, la ciencia sigue avanzando, pero sin duda ella fue una visionaria y una precursora de este arte.

Al contrario que con otros muchos personajes a los que no se reconoció en su momento, el Gobierno francés en 1932 homenajeó a Anna como Caballero (Chevalier) de la Legión de Honor y fue también nombrada Caballero de Crois de la orden de San Sava de Serbia.

Y nosotros hemos querido traeros hoy su historia, la que cambió y mejoró la de muchos otros.

¿Conocíais su historia? ¿Qué os ha parecido?

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¿Conocíais su historia? ¿Qué os ha parecido?

¿Alguien se atrevería a escribir una historia sobre alguno de esos soldados ayudados por Anna Coleman?

¿O sobre ella y su trabajo?




Texto por SonFuentes

Personajes curiososWhere stories live. Discover now