22. Yo siempre he estado sola

En başından başla
                                    

Lo miro con rabia ¿Este quiere que lo despedace?

—¿Tu padre era alcohólico? —me mira preocupado y con los ojos abiertos como platos ¡Oh mierda! Esto no lo sabe nadie, nadie, nadie. La vida de mi padre ha sido un completo secreto para el público y prefiero que así se quede, prefiero cargar con mis demonios a que las personas me miren con lastima—. ¡Respóndeme! —grita y estalla con mi paciencia.

— ¡¿Pero a ti que carajo te pasa?! ¡Deja de gritarme y tratarme así! —le grito de vuelta—. No, mi padre no era alcohólico —digo con determinación.

—No me mientas —noto como aprieta el volante hasta que sus nudillos quedan blancos.

—Basta, me duele la cabeza —finjo calma mientras cierro los ojos—. Me equivoqué, es lógico que estoy borracha y suelto lo primero que pienso. Llévame a mi maldita casa antes que a mi padre le dé un ataque y antes de que yo te mate aquí mismo —. No entiendo porque le importa tanto si mi padre fue o no alcohólico.

—¿Por qué eres tan condenadamente exasperante Bella? —gruñe en un susurro.

—Lo mismo para ti —suspiro, estoy agotada, borracha, y con un malgenio evidente; cierro mis ojos para el resto del camino e intento que mi mente quede en negro, no quiero pensar en nada.

Cuando el auto se detiene nuevamente siento un pinchazo en mis costillas que me hace abrir los ojos y pegar un saltito en mi asiento, Damián me sonríe y yo le lanzo otra de mis miradas asesinas.

—Qué asco, roncabas y babeabas —pone una cara de asco—. Iuuuu.

—Ay, la niñita recatada que nunca ha babeado —le digo y saco el dedo medio—. Y yo ni ronco ni babeo cara de peo.

—Bájate de mí auto —sonríe, parece de buen humor.

Abro la puerta del auto y ambos salimos al mismo tiempo, nos mantenemos distanciados mientras nos dirigimos a casa, ni siquiera hemos llegado a la puerta cuando esta se abre, mostrándonos a un Anderson y una Grace empijamados y con unas caras que no presagian nada bueno.

Ay no, algo me dice que mi cabeza estallará.

— ¡Puedo saber dónde carajos estabas! —me grita mi padre haciendo que todos saltemos del susto, hasta Grace lo mira aterrada, creo que ella quería regañarnos de una manera menos violenta.

No puedo resistirme, las carcajadas salen de mi boca y no puedo detenerlas, todos me miran como si estuviera loca y probablemente lo estoy. Rio y rio y hasta me doblo de la risa.

— ¡¿Que putas te da tanta risa?! —me ruge mi padre. Me recompongo y sonrío como si nada hubiera pasado, entro a la casa y me dispongo a subir las escaleras mientras lo ignoro—. ¡Amanda! ¡Estoy hablándote! —grita a mis espaldas, me volteo enojada.

— ¿Qué quieres? —le pregunto lo más borde que puedo—. Salí con mis amigos a divertirme, ¿Acaso lo has olvidado? Siempre hago lo mismo y tú eres el padre que no me presta atención, please, sigamos en el papel —le guiño un ojo, estoy segura de que mañana me matará.

—Me cansé de tus tonterías niñita —me ruge—. Pedí que no salieran ¿No ven que nos han amenazado de muerte? ¿Por qué siempre tomas todo como un juego? ¡¿Cuándo vas a madurar?! —Damián y Grace observan a mi padre con el ceño fruncido.

—Amor, no creo que esta sea la manera...

—Preocúpate por tu hijo Grace —la interrumpe, me quedo helada y siento que mi rostro se pone pálido, nunca he visto a mi padre responderle así, siempre se ha esforzado por parecer un príncipe de Disney—. Yo me ocuparé de la malcriada hija que tengo.

Las reglas del deseo | 1.0Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin