—Espero que al tocar no me duela —atino a decir sobándola ahora yo. Ríe.

—¿En serio es eso lo que más te preocupa?

—No debería preocuparme otra cosa, tipos como esos abundan, ahí o en cualquier parte, pero no harán que deje de hacer lo que quiero hacer.

—Zakariah no le hará gracia, imagino.

—No, no le hará, pero tampoco tiene nada qué decir. Él hace lo suyo cada día, yo lo mío y los riesgos existen...

—Dudo que alguien intente "abusar" de él o bueno, quizá sí tiene fila —musita apoyando la barbilla en su mano—. Pero obligarlo sería imposible —admite. Entorno los ojos fingiendo molestia.

—Es mi marido, deja de pensar en él de esa manera. Promiscuo —lo regaño. Ríe rodando los ojos.

—Qué amargada eres, te digo que tienes un dios a tu lado y te enojas.

—Es mi marido de quién hablas como si fuera un caramelo.

—Es un caramelo, por lo menos en esas fotos lo es, Desa —revira. Le doy un empujón, enfurruñada.

—Eres super odioso.

—¡Ya! Tranquila, sé que es tuyo, nadie lo niega, pero entonces actúa como si realmente quisieras estar con él. Desa, por lo menos cuéntale lo de hoy, ¿sí? Veamos qué dice al respecto —propone. Lo medito unos segundos y luego asiento, se lo diré, pero seguramente hoy no, no con cómo están las cosas entre ambos.

...

Llego a casa y todo está oscuro, mi mano duele más que hace un rato. Me la froto pegándola a mi pecho, siento una opresión molesta y llena de ansiedad que me recorre de tan solo saber que lo veré en unos segundos y no tengo idea de qué ocurrirá ahora.

Abro la puerta de la habitación y él está en el sillón viendo un partido de básquetbol, habla con alguien, Loen adivino por la manera en la que reseña lo que ocurre en el televisor, me ve apenas si un poco, alza las cejas para saludarme, yo la mano buena y entro al baño casi corriendo. Mi corazón brinca como un desquiciado. Me ducho con esfuerzo. Dios, sé que no me la rompí, me la revisaron, pero duele hasta la muñeca. Observo mi mano y por un instante sonrío, ese golpe lo había aprendido un día que él, en el gimnasio, estuvo casi una hora conmigo mostrándome golpes pues Melanie no fue. Me incitó y provocó tanto que acabé dándole con fuerza en aquella ocasión, pero no dolió así ni de lejos.

Me visto, me lavo los dientes con la izquierda de manera torpe y al salir él está justo enfrente con los ojos entornado como si fuese un águila evaluando a su presa. Paso saliva y me detengo, nerviosa. Se acerca con cautela, toma mi mano y la observa con cuidado, me guardo el respingo cuando la mueve aunque es suave.

—¿Me dirás qué pasó o también me dejarás fuera de esto? —dice con voz pausada, examinándome. Intento quitarle mi mano, pero lo evita negando, determinado—. ¿Caíste? —inquiere.

—Me defendí —hablo con claridad, esperando su reacción. Asiente despacio, luego me guía hasta la cama, me sienta y desaparece en el vestidor, un segundo después regresa con un tubo que contiene algún ungüento y un vendaje. Pestañeo, se acomoda a mi lado, toma mi mano y me unta algo que huele super fuerte, arrugo la nariz, pero no digo nada, solo lo observo. Me da un masaje suave, pero que le sienta bien a mi adolorida mano. Luego de unos minutos la envuelve con delicadeza, deja todo en su mesilla de noche y suspira buscando mis ojos.

—¿Qué ocurrió? —Es evidente que necesita saberlo y yo no mentir también en eso.

—Unos tipos estaban ebrios y... quisieron propasarse en la cafetería —comienzo, al ver que no dice nada, continúo—. Un chico buscó defenderme, lo golpearon y luego... —mi voz tiembla al evocarlo y me doy cuenta de que me afectó más de lo que creía—. Uno de ellos me pegó a él, recordé lo que me dijo Melanie sobre un golpe en la entrepierna. Lo hice y luego le pegué como me enseñaste, el lugar se salió de control, llegó la policía, se los llevaron, tuve que ir a levantar cargos, me examinaron —hablo a borbotones, temblando un poco.

No me permite decir más, me levanta, me sienta sobre sus piernas me arropa en su cuerpo con fuerza, esa que necesito, lo rodeo escondiendo mi rostro en ese enorme pecho. El miedo y las sensaciones que el evento despertó en mí comienzan a menguar. Unos minutos después me separa tomándome por el rostro.

—Gracias al cielo que quisiste aprender a golpear, mi sol —musita besando mi frente con aprensión.

—¿No... no estás molesto? —pregunto de pronto. Arruga la frente, desconcertado.

—¿Molesto? No, no estoy molesto —susurra con tono extraño—. Estoy furioso, impresionantemente furioso —admite contenido, me intento alejar nerviosa. Sonríe pegando mi frente a la suya—. Y orgulloso de ti, de que supieras defenderte, de que no te asustaras y de que levantaras cargo —concluye. Mi cuerpo se suelta al escucharlo, me aferro de nuevo a él buscando su seguridad.

—Me asusté, Riah.

—Ya lo creo, Des, esas experiencias dejan un mal sabor de boca por un tiempo —murmura frotando mi espalda, me pierdo en su aroma relajándome.

—Estoy muy cansada —logro decir. Hace a un lado las cobijas de la cama, me deposita en mi lugar y luego me rodea como suele, acariciando mi cabello.

—Solo una cosa más —pide, me pongo en guardia abriendo los ojos de par en par—. ¿Le pegaste fuerte? —pregunta intrigado. Sonrío acomodándome de nuevo, suspirando.

—Le rompí la nariz —admito aún incrédula. Besa mi sien y lo siento sonreír sobre mi rostro.

—Esa es mi sol —alcanzo a escuchar.


MARSHMELLO ft. KHALID - SILENCE

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