Me cambio para ir a trabajar cuando es hora, intento no hacer ruido, pero despierta de todas maneras, me observa en silencio, luego entra al baño y no dice más. Extraño su beso de despedida y la manera en la que me desea buena suerte, con el pecho apretujado conduzco.

Por la mañana unos tipos se ponen pesados conmigo en la cafetería, no es lo normal ahí, pero tal parece vienen de una borrachera, son turistas. Intento hacerlos a un lado cuando uno me toma por la cintura y me sienta sobre sus piernas, otro me toca la mejilla al mismo tiempo. De un brinco, incrédula, me quito y le doy un empujón fuerte.

—¡Qué te pasa! —rujo.

No se rinden y uno de mis compañeros interviene colocándome tras él y les pide que se vayan, estos imbéciles no entienden y uno lo golpea y el otro me acerca a su asqueroso cuerpo riendo. Recuerdo lo aprendido en las clases de Melanie, sin pensarlo le doy entre sus piernas y luego con mi puño le doy de lleno en la nariz. Pronto el local se vuelve una locura, mi jefa me abraza mientras los otros chicos se hacen cargo, llega la policía y se torna un desastre.

Levanto cargos importándome una mierda, yo no me quedaré callada ante ese tipo de abusos. Se los llevan, toman mis datos, ella me acompaña a compadecer y luego de que todos se portaran muy bien conmigo, me dejan ir. Ya anochece. Me siento asombrosamente agotada en todos los sentidos.

—¿Segura estás bien? —pregunta mi jefa, con el chico que me defendió al lado, tiene el ojo morado. Sonrío negando, agradecida.

—Estaré bien, gracias por ayudarme —le vuelvo a decir a mi defensor. Me guiña un ojo.

—De qué, luego me tienes que decir dónde aprendiste esos golpes —revira sonriente.

—Luego te lo diré —repito alejándome.

Conduzco con la mano adolorida, nadie dijo que pegar fuera fácil, siento el puño hinchado. Steve me llama en ese momento.

—¡Al fin tomas la llamada! ¿Ya me dirás qué ocurrió? No puedes dejar un mensaje como ese, Desa, y desaparecer —me recrimina.

—Lo lamento —y le cuento todo lo ocurrido.

—¿Dónde estás? —pregunta.

—Voy conduciendo... —digo con voz apagada, Riah aún no debe haber llegado y definitivamente no me siento lista para verlo después de lo ocurrido ese día, de las horas sin sueño, de lo dicho la noche anterior.

—¿Quieres ir a tu casa o nos vemos en algún sitio? —propone conciliador.

—En algún sitio está bien —respondo.

Nos encontramos en un bar, le narro todo con lujo de detalle y se muestra asombrado por lo de mi golpe, tanto que casi quiere que se lo actúe, lo mando al a mierda riendo. Logra, con su actitud, que el mal trago se me pase.

—¿Le dirás a tu esposo lo que pasó? —pregunta, interesado, mientras le da un trago a su cerveza. Lo observo arrugando la frente—. No me veas así, es que le ocultas lo del albergue, lo que haces... pensé que...

—No sé, quizá si se da el momento —suelto con amargura, meneando mi bebida, llevo unos pocos tragos pero la siento efervescente, no he comido nada.

—¿Crees que te pida que no regreses? Porque no soy macho ni nada, pero la verdad aunque te sabes defender no creo que debas estar pasando por esas cosas.

—Ni yo, ni nadie. Ninguna mujer debería temer ese tipo de idioteces.

—Lo sé, Desa, pero las cosas pueden cambiar muy lentamente, y mira... —toma mi mano un tanto hinchada y la encierra entre las suyas—. No es tu caso el pasarla así —murmura. Arrugo la frente cuando la frota con cuidado—. ¿Te la revisaron? —Asiento y la quito pegándomela a mi pecho.

Más de ti • LIBRO I, BILOGÍA MÁSOù les histoires vivent. Découvrez maintenant