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Ontario - Canadá

17 años atrás...

Una niña se encontraba sola, meciéndose en uno de los columpios del parque de su escuela. Miraba a los otros niños divertirse. No sabía con quien ir; si con las niñas o con los niños. Su condición la confundía y nadie se había tomado la molestia de explicarle.

Regresó a casa después de caminar treinta minutos desde la escuela, a pesar de que su padre tenía los medios para ahorrarle las molestias.

Cuando llegó, escuchó voces procedentes de la sala. Las irritantes risas le hicieron saber, eran sus tías. Ella los visitaban una vez por mes en compañía de sus molestas primas. Prefirió no pasar a saludar y salió directo a la cocina por la puerta trasera, moría de hambre.

Entró y se encontró con el alboroto habitual que se hacía cuando sus tías llegaban, platos iban y venían. La niña solo miraba como si fuera una extraña que pronto sería sacada de ahí por pedir sobra.

-¿Lucy?-susurró.

Una mujer rubia, no mayor de veinticinco se giró hacia ella y expresó de mala gana.

-Ah, ya estas aquí. Necesito laves las ventanas. Tus tías han venido y no quiero vean lo mugre que están.

-Tengo hambre, Lucy.-informó la niña.

Lucy rodó los ojos y cogió un trozo de pan.

-Toma.-dijo tendiendoselo.-, para cuando acabes y si aún queda un poco de pavo, entonces comerás.

-Pero...

-Nada de peros.-le apuntó con el dedo.-, y no te atrevas a replicarme o ésta noche duermes en el establo.

-Si, señora.-la niña no llevaría la protesta más allá. La última vez que estuvo allí, terminó con hipotermia.-¿Puedo ir a saludar a mamá?

-No, tus tías están en la sala y no puedes pasar en medio de todos ¿o quieres eso?

La niña bajó la cabeza. Su familia siempre aprovechaba la más mínima oportunidad para molestarla. Su hermano le decía, no les prestara atención, ya que ellos estaban malditos. Ninguno de sus tíos y tías tenía una pareja estable. Todos terminaban muertos por alguna razón; asesinados o por algún tipo de enfermedad, dejándolos sólos y con hijos que mantener.

Su madre ahora estaba viviendo la maldición, tenía cáncer en los huesos y cada vez se era peor. Los médicos la habían resignado a unos cuantos meses de vida. Para la niña, su hermano siete años mayor que ella y su mamá, eran un poco luz entre tanta oscuridad.

-Está bien.-reaccionó la niña.

-Bien. Ten, esto es lo que necesitas para el trabajo-le dijo pasándole una cubeta con agua y jabón.

-¿Donde debo comenzar?-Preguntó la niña tomando las cosas.

-Desde atrás de la casa.

-Tengo que cambiarme.

-No, te he dicho no puedes pasar dentro. Lavaras tu uniforme cuando termines, y fin de la discusión. No tengo todo el día para estar peleando contigo, inútil. Ve y haz algo.

La niña se tragó hasta la última migaja de pan. Estaba consciente de que esa podría ser su única comida del día.

Subió las botas de su pantalón y se quito el abrigo, doblando las mangas de su camisa blanca, amarró su cabello en una cola de caballo para comenzar la tarea.

Daban las cuatro de la tarde cuando sus primas llegaron donde estaba la niña toda sucia y empapada de agua y sudor.

-Mira a quién tenemos aquí, Demetria.

Desnuda Tú Alma (Camren G!P)©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora