Capítulo 18.-Cuando una guerra casi acaba.

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Era un día de tarde, nevaba. No obstante, era el día en que muchos de los que una vez se fueron regresarían al palacio.

Había pasado poco más de un mes desde que se firmó el armisticio con los prusianos y de la proclamación de Guillermo I como Káiser de todos los alemanes, así que los soldados regresarían a sus casas, o la gran mayoría.

Muchos seguían en París o en Versalles, no siendo el caso de los trabajadores del Noir et blanc. El negro regresó con tres condecoraciones militares y el rango de sargento, lo cual era excelente.

No obstante, no era el único. Otro compañero ganó igual una medalla al valor militar, pero no la mandó al palacio, prefería usarla todos los días.

Los trabajadores se vieron en la estación del tren del pueblo. Se vieron con un nudo en la garganta, ya que esperaban que más regresaran. De trece que marcharon al frente, apenas cinco regresarían.

Murieron un sesenta por ciento de los gatos que se fueron. O bueno, 60.2 gatos, ya que a uno le faltaba una de las extremidades.

Se abrazaron, algunos casi llorando de verse nuevamente, lamentando también los que no regresaron, puesto que ellos no tenían ni idea de quien murió en los combates.

Durante una parte del trayecto, Egil pensó en Eldrie, le daba tristeza pensar en todo lo que tenía el muchacho por delante, la vida tan acomodada que se podría dar junto con Alice...para no regresar jamás.

Para buena suerte, sus restos descansaban en el Noir et blanc, teniendo un rifle y un casco en representación de cómo murió. Así era con los que tuvieron una digna sepultura. Los muertos por viruela no contaron con tanta suerte.

Alice limpiaba los ventanales del palacio, teniendo siempre esa vista normal, como si no sucediera más, o no hubiera algo de qué preocuparse.

El vidrio quedaba tan brillante que ella se reflejaba en el mismo, sonriéndose con la boca abierta. Al ver para afuera, la muchacha se percató que una carreta con varios hombres en ella se acercaba, identificándolos a todos.

Se soltó a llorar de la felicidad de verlos, soltando el trapo para correr en el pasillo.

-¡Ya están aquí! ¡Regresaron, regresaron! ¡Nuestros muchachos regresaron a casa!

Las criadas que la escucharon comenzaron a llorar de alegría, abrazándose entre ellas, corriendo para ir a la entrada.

Iskahn entraba salvajemente al despacho de Quinella, abriendo la puerta de un golpe, sobresaltándola.

-¡¿Qué te pasa, idiota?! ¡Me asustaste!

-¡Ya regresaron, Quinella-Sama!...los muchachos regresaron al Noir et blanc.

Quinella se levantó rápidamente de su silla, poniendo sus puños en la mesa, apretándolos.

-Ya era hora...tardaron mucho tiempo. –Sonriendo a la vez que contenía las lágrimas, la mujer fue a tomar el brazo de Iskahn para ir a recibir a sus muchachos.

Yuuki era cargada por Eugeo mientras bajaban las escaleras, él casi corría para llegar lo antes posible a la puerta, en la que ya se acumulaban todos los que vivían en el palacio.

La carreta ni siquiera había terminado su recorrido y dos de los cinco sobrevivientes se bajaron de ésta para ir corriendo a los brazos de sus amigos, acción que era efectuada por tres personas a la vez.

Bajando los otros, también fueron recibidos con abrazos y ovaciones, en especial Egil, que era quien más felicitaciones se merecía.

Al que le faltaba una extremidad, que era un brazo, algunos lo miraron con pena, aunque igual lo abrazaron para no hacerlo a un lado, lamentando lo que le sucedió.

Sword Art Online: Palacio Noir et Blanc (Kirialice)Where stories live. Discover now