Capítulo 10.-Imposible negarse.

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Era un misterio como es que la escalera se había resbalado o hundido como para que ésta se hubiera caído. Se sospechaba que alguien la tiró, pero nadie sabía nada.

Por suerte, Eugeo no sufrió mucho percance, lastimándose el brazo con bastante seriedad. Tenía un pañuelo amarrado en la nuca para que así le quedara colgando el brazo lastimado.

Tieze le confesó que ella había sido, contándole sus razones por las cuales hizo aquella locura. Eugeo se molestó mucho con ella, pero comprendió la motivación.

Mientras Stacia caminaba con Egil en las afueras del Noir et blanc, estando cerca del camino de la carretera, ambos miraban el pasto y las pequeñas flores que brotaban del piso.

Stacia arrancó una pequeña, poniéndosela en la oreja.

-¿Qué tal me veo, Egil?

-Como la envidia de toda Europa, Stacia-Sama.

-Fue más de lo que esperaba. Muchas gracias por eso, Egil.

-No hay de qué.

Cuando Stacia regreso la vista al paso carretero, el corazón se le cayó al suelo. Se hizo un paso hacia atrás, comenzado a respirar de forma agitada.

Egil compartió la amarga sorpresa de Stacia, escapándosele el aliento al enorme negro al ver qué se acercaba a toda velocidad al palacio.

Eran soldados del Ejército Imperial Francés.

Ambos corrieron a toda prisa de regreso al palacio, a Egil se le cayó su sombrero por la prisa en que lo hacía, adelantándose muchísimo a Stacia, quien tenía que subir su vestido para intentar trotar.

-¡Diles que se escondan! ¡Avisa a madre que ya viene!

En cuanto el negro estuvo cerca de sus compañeros proletarios, empezó a gritar con toda la fuerza de sus pulmones, dejando escapar su gruesa voz.

-¡Ya vienen!

-No... ¡No!

El pánico fue general, nadie sabía qué hacer, todos estaban confundidos.

Los trabajadores del palacio se empezaban a cuestionar que harían, a quienes reclutarían. Y más importante, ¿Quiénes regresarían al acabar la guerra?

Uno de los trabajadores se sentó en el suelo, quitándose la gorra que cubría su cabeza. Prefirió que fuera así...encendió un cigarro con manos temblorosas, pensando que eso le ayudaría contra los nervios.

Egil abrió estrepitosamente la puerta, corriendo a la sala. No vio nada, quizá estarían en el comedor, por lo que empezó a correr en esa dirección.

-¡Barón Kirito! ¡Escudero Klein, salgan a toda prisa del Noir et blanc! ¡Quinella-Sama, ya vienen!

Los gritos de Egil se escucharon perfectamente en la sala. El rostro de Quinella se puso blanco como un papel, Kirito y Klein estallaron en nerviosismos, palideciendo tambien un poco.

-¡Por la entrada de atrás, salgan rápido, corran en línea recta por el bosque, regresen al atardecer! ¡No pierdan tiempo, corran lo más rápido que puedan!

Haciendo lo aconsejado por Quinella, los dos prusianos corrieron por el palacio hasta llegar a la cocina. Ahí Alice los vio.

-Buenos días, Barón Kirito.

-¡Ahora no, kleine Sonne! –Kirito no miró atrás. Klein abrió la puerta de la salida trasera de palacio, ni siquiera cerrándola por las prisas que tenían.

A ambos se les quería salir el corazón por el miedo en su expresión más pura. No era por ser pesimista, pero Klein ya se visualizaba amarrado en un árbol siendo fusilado junto con su señor. Para él no había honor más grande que morir al lado de la persona a la que sirvió por tanto tiempo.

Sword Art Online: Palacio Noir et Blanc (Kirialice)Where stories live. Discover now