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Emilio

Joaquín salta de un lado a otro, grita tan agudamente como suele hacerlo cuando estaba emocionado o nervioso; él claramente se siente así ahora mismo.

Estamos en nuestro camerino. Uberto Bondoni, hace dos semanas le comentó a su hijo su visita a México, pero hace unas horas lo llamó para decirle que iría a verlo grabar unas escenas apenas él saliera del aeropuerto.

Joaco ama a su papá a pesar de todos los momentos que se perdió de su vida. Que esté tan exaltado es algo muy comprensible después de no verlo después de tanto tiempo.

—Rélajate, estás en tu camerino, no en una competencía de saltos —bromeo—. La habrías ganado, de todas formas.

—Ts, cállate, cabrón. —Para de saltar y golpea suavemente mi frente.

—Mírate nada más. Apenas trece días y medio de novios y ya la confianza te dió paro pa' insultarme, ahuevo. —Finjo indignación en mi rostro y el ríe.

—Perdona corazón, es que estoy muy nervioso —sonríe—. Tú dime, ¿así no soy culero contigo?

Me abraza el cuello y hunde su cabeza en mi pecho.

—Tranquilo Joaco, todo saldrá bien. —Acaricio su cabello planchado—. Ahora cuando vea a tu padre podré decirle: "su hijo también me dice papi".

—¿Pero quién te crees que eres? —carcajea—. No vayas a decir nada que yo no diría frente a él, ¿bueno?

—Por supuesto. —Beso su frente.

Tocan la puerta y nos separamos. Digo un simple "adelante" y alguien entra de golpe.

-—¡Joaquín!

El mismísimo Uberto corre a abrazar a su hijo a lo que el corresponde inmediatamente.

Me quedo en modo planta por largos minutos mientras el par habla de cosas que no logro escuchar. Los ojos del menor están aguados y levemente rojizos.

Finalmente se separan y ambos voltean hacia mí.

—¡Emilio Marcos! ¡Cuanto has crecido desde la última vez que te ví! —El señor Bondoni se acerca a mí y nos unimos en un amistoso abrazo.

—Es genial volver a verlo Uberto. —Me separo y estrecho su mano.

—Me pone bastante contento saber que tú y mi hijo son buenos amigos —sonríe.

Observo a Joaquín, quien al encontrar su mirada con la mía, la desvía a su costado.

—Somos muy buenos amigos, sí. Mejores amigos —menciono.

Uberto es empujado por su hijo fuera del set.

—Am, eh, papá, creo, bueno, supongo que el señor Osorio debe estar esperandote. —Habla demasiado rápido y las palabras salen torpes de su boca—. Giras a la derecha allá y seguro lo encuentras, ¡nos vemos más tarde!

Cierra la puerta en las narices del sujeto que estaba emocionado de ver hace apenas unos momentos. Su mirada se fija en el suelo y luego en mí.

—Hay cosas que aún no llegué a decirle —confiesa.

—Logré darme cuenta, no pasa nada.

—Lo siento, ¿sí? No es tan fácil como decirle a mamá o a Renata.

—De verdad que no pasa nada, lo entiendo —tranquilizo—. Llevamos poco tiempo como para que me presentes como tu novio.

—Pero él te conoce de toda la vida, merece saberlo —insiste.

Joaquín. [Emiliaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora