23

3.1K 299 153
                                    

Emilio

Han pasado exactamente trece días desde que fuí a la casa de Joaquín, y no me habla si no es por trabajo.

Extraño tanto lo que había entre nosotros, pero lo mejor era respetar lo que él quería, aunque eso se tratara de separarnos. No he dejado de pensar en si salir por aquella puerta fue la mejor que pude hacer; realmente, mi corazón tenía la esperanza de que corriera a buscarme diciendome que estaba arrepentido.

—¡Pendejo, reacciona! —Un chorro de agua va directamente a mi entrepierna.

Por estar pensando en Joaquín olvidé por completo que estoy en una especie de bar (no hay tragos alcóholicos), con Roy, Diego y una tal Heidy que acaban de presentarme.

—¿Qué verga te pasa Roy? —río reclamando mis pantalones mojados.

—Estamos hablandote y pareces tan perdido en tu mundo que no puedes prestarnos atención —carcajea—. Ahora parece que te hiciste orinaste encima.

—Bueno, ¿qué me decían? —pregunto.

—Heidy quiere saber si tienes novia —dice Diego, moviendo sus cejas de arriba a abajo.

—Eh, de hecho... —dudo.

—¡Imaginemos cosas chingonas! —escucho.

Volteo de mi asiento y en la entrada veo a tres personas y de inmediato reconozco cuál de ellas pegó el grito. Renata y Pao acaban de llegar al lugar, acompañadas de Joaco. Los tres saludan a todos los que estamos en la mesa, pero al saludarme Joaquín se tambalea y ríe tontamente.

—Chicos, que sorpresa encontrarlos por acá —murmuro.

—Justo iba a avisarles que venían, je —informa Diego.

Gracias al "Go Diego go" tendré que soportar una noche con mis amigos, una morra y mi ex-loquesea.

No dejo de sentir miradas clavadas en mí, cada que volteo son de la Heidy esa que un poco más y me devora con la mirada. De vez en cuando le respondo con una sonrisa, aunque no lo parezca por que mi expresión es más de incomodidad que de nada.

Solo le presto atención al menor. ¡Santo Jesús wey! Nunca he escuchado a Joaco reírse con tanto... ¿Hipo? Sus orbes café apenas se visualizan con las luces moradas del ambiente, pero casi puedo jurar que veo más opaco su color al mirarlo fijamente.

Su celular parece haber caído. De inmediato se agacha a buscarlo, se topa con mis piernas y creo ser el único en escuchar unas suaves risitas de su parte. Se reincorpora, se sienta a mi lado, para luego acercarse a mi oído.

—Emilio —susurra.

—¿Joaquín? —Un escalofrío recorre mi cuerpo.

Está borracho, definitivamente. Su aliento a alcóhol golpea mis fosas nasales.

—Parece, ¡ja, ja, ja! Que, ¡ja! —hipea—. ¡Te hiciste pis!

De inmediato en la mesa todos se carcajean por la escena.

—¡No! Fue el tarado de Roy quien me mojó —explico.

—Ah, ya. Nomás te exitaste —responde aún riéndose.

Las risas en la mesa siguen hasta que al pasar de diez minutos, ya están casi todos tranquilos, menos Joaquín que está perdido en Borracholandía y yo que estoy pensando qué hacer con él; pobresito.

—Pst, cabeza de brocoli, estoy mareado, ¿puedes acompañarme al baño? —hipea, nuevamente en mi oído.

—Seguro —suspiro.

Joaquín. [Emiliaco]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt