Colgó. No se le escuchaba muy feliz, así que solo agarre la agenda de Harry, un lapicero y me paré pero en ese momento, me maree. Quise estabilizarme agarrándome de la mesa y espere algunos segundos hasta que se me pase. Camine lentamente hacia la oficina de Harry y los pies me dolían por culpa de los tacones. Abrí la puerta y lo vi, casi me caigo de la impresión, estaba con uno de sus típicos trajes de trabajo, su cabello estaba peinando con todos sus rulos para atrás y su ceño estaba fruncido mientras leía unos documentos. Aclaré mi garganta para que mi voz no suene rasposa y le pregunte:


— ¿Para qué me necesita?— Mi voz no había sonado tan mal.

— ¿Crees que puedas hacer una cita con el Sr. Jefferson?— No me estaba mirando y yo empecé a escribir en la agenda —Quiero saber si está dispuesto a ayudarnos con los problemas, él es un hombre de palabra y no creo que- espera, ¿estas usando lentes?


Levante la mirada y él me miraba sorprendido, nunca me había visto así, lo sé porque nunca quise que me vea de esa manera. Cuando estábamos en New York, antes de dormir me quitaba los lentes de contacto pero no me ponía mis anteojos, forzaba a mis ojos para que vea bien y luego solo dormía.


—Sí, es que uh, me ardían los ojos con los lentes de contacto puesto.— Admití y soné mi nariz con un pañuelo que tenía en mi bolsillo por si acaso.

— ¿Estas enferma?— Se paró de su sitio y empezó a acercarse a mí.

—No.— Trate de retroceder pero mi cuerpo no le hacía caso y hacia que me tambalee por los mareos.

—Te ves horrible.— Negó con la cabeza y volvió a acercarse.

—Oh, gracias, señor. Me hace sentir más hermosa que nunca con su comentario.— Comente sarcástica.

—Sabes que eres muy hermosa para mis ojos.— Susurro y yo aparte la mirada.


No mires sus ojos.


—¿Es todo lo que necesita? ¿Me puedo ir ya?

—No te ves tan bien, Rose.— Tocó mi frente y mis mejillas. —Estas ardiendo, debes de tener fiebre.

—Estoy bien, me iré cuando acabe todo.— Me negaba a irme, no quiero que él me vea débil.


Trate de caminar rápido y firme pero mis piernas me traicionaron y casi me caigo si no fuera porque Harry me agarro de la cintura antes de que mi cara se estampe con el suelo.


—Yo no veo eso como estar bien.— Me pare bien y lo miré a los ojos. —¿Cómo es que te enfermaste tan rápido? Ayer estabas bien.

—Bueno, no creo que estar varada en una parada de autobús por casi cuarenta minutos en medio de la lluvia haya ayudado a estar sana.— Comenté mientras camine hacia mi escritorio lentamente para no caerme.


Me senté en mi sitio y cerré los ojos porque me dolía mucha la cabeza, sentía como si me estuvieran golpeando a cada rato y tuviera la peor resaca de la vida.


—¿Qué?— escuche la voz de Harry.

—No grite, por favor.— Pedí.

—¿Por qué hiciste eso?— hablo calmado ahora.

—Tenía que volver a mi casa de alguna forma y los buses cerca de su casa hasta la mía se demoran mucho.

The Proposal. {h.s}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora