𝘽𝙪𝙘𝙠𝙮 𝘽𝙖𝙧𝙣𝙚𝙨 ☰ 𝙎𝙩𝙚𝙫𝙚 𝙍𝙤𝙜𝙚𝙧𝙨
×𝘖𝘯𝘦 𝘚𝘩𝘰𝘵𝘴
×𝘛𝘳𝘢𝘥𝘶𝘤𝘤𝘪𝘰𝘯𝘦𝘴
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Había trabajado mucho, durante todos esos años, esforzándose día a día para conseguir las mejores notas, las mejores becas que aseguren un futuro prometedor ¿y qué había conseguido a cambio de tanto esfuerzo?
Un residencia con un programa lamentable en un hospital que si no era el peor del país luchaba por el puesto fervientemente.
El primer día llegó ilusionada, con muchas expectativas, con sueños, pensado que el primer día sería como en las series de televisión. Llegaría y habría un caso complicado, a vida o muerte y extrañamente, la nueva, la residente con menos experiencia pero tremendamente inteligente, llegaría para salvar el día, pero no fue así.
Y ahora llevaba dos años en ese tugurio, rodeada de simples gripes y casi sin tocar ningún bisturí, aunque lo prefería porque habría que estar completamente mal de la cabeza para acudir precisamente a ese hospital en una situación crítica.
Solo podía practicar con los escasos simuladores que había, o moviendo las manos en el aire mientras seguía un vídeo de una cirugía.
Deseaba poder irse, huir de ese edificio que lo único que tenía de hospital era el olor a desinfectante, pero, tras dos años y dos rechazos, había aceptado que muy a su pesar tendría que pasar los años más importantes de su formación en ese sitio tan desastroso, luego, muy probablemente tendría que suplicar por un puesto decente de trabajo, pero, Claire prefería no pensar en eso, por lo menos no en ese momento.
Ya habría tiempo de venirse abajo. Ahora, sorpresa, tendría que coser la ceja de un niño revoltoso. Tres puntos, poca sangre, podría hacerlo con los ojos cerrados y extrañamente era lo más emocionante que había sucedido en toda la noche.
Salió al exterior, cansada de estar sentada detrás de su mesa. Quién diría que una noche de urgencias sería una noche plenamente tranquila, podría si quería, leer un libro que nadie interrumpiría su lectura, incluso podría terminarlo.
Qué horror y qué aburrimiento.
Pateó el cubo de la basura, ese amarillo que siempre estaba vacío, en uno de los callejones del hospital y sorprendentemente escuchó un pequeño quejido al hacerlo.
