11. Lluvia de sangre

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El siguiente capi creo que os va a encantar a quien os guste el CaínxAmara :P

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17

Por la noche, las viejas y defectuosas calles inspiraban más temor que por el día. Nunca sabías lo que te podías encontrar, pero seguro que no era bueno. Los burdeles y lugares donde vendían sustancias ilegales eran los más concurridos. La gente, desesperada, acechaban a los desprevenidos y lo más triste era saber que la mayoría se trataban de niños a los que el destino les había robado la infancia.

Tras desentoxicar a un pobre drogadicto y que éste la confundiera con una prostituta, Amara huyó de allí, ofendida. Había comenzado a llover y se tuvo que refugiar bajo un pequeño portal. La pintura de la pared se caía a trozos, pero eso era lo de menos. De lo que se trataba era de que su pelo no se mojase, ya que cuando esto pasaba, se tornaba de colores y eso llamaría demasiado la atención. Se dejó caer sobre el escalón y se quedó ensimismada en sus pensamientos con el repiqueteo de la lluvia como música de acompañamiento. El frío se le clavaba en los huesos, pero al menos se sentía viva. Aquello era mucho mejor que encerrarse entre cuatro paredes y pasarse la noche mirando el techo que comparado con el de su cueva, éste era blanco y liso y bastante aburrido de contemplar.

De entre la niebla, una figura se aproximaba hacia ella. Iba toda vestida de negro y portaba un paraguas del mismo color. Caín se detuvo ante ella mirándola sonriente y le tendió el paraguas.

—¡Caín! ¡¡Estás vivo!! —exclamó el ángel, reprimiendo el impulso de ir a abrazarle.

—¿Acaso lo dudabas? Te dije que todo saldría bien.

El gesto de la chica no le pasó desapercibido y le dirigió una sonrisa amable mientras le tendía una mano para ayudarla a incorporarse. Al entrar en contacto con su piel, sintió un aura de oscuridad que antes no había percibido en él, e incluso, sintió hasta terror por unos fragmentos de segundo. Rápidamente ese cosquilleo que la envolvía como reacción de su akasha en contacto con la materia oscura, le hizo olvidarse de aquello. Una sensación que era como si algo gravitacional la atrajera irremediablemente hacia él, hasta que esa misma sensación se hiciese tan intensa como para fusionarse ambos.

—Estás muy sonriente.

—¿Qué hacías allí sentada? —le preguntó el diablo con un atisbo de curiosidad.

—Pues si te soy sincera, no lo sé —respondió con la mirada fija en el suelo. Se habían formado pequeños riachuelos que iban tejiendo surcos sobre la arenisca cual culebras de agua que arrastraban la suciedad calle abajo—. Una necesita sus momentos de soledad.

Echaron a andar perdiéndose entre las irregulares callejuelas unidos por el paraguas.

—Éste no es lugar para una delicada joven. Se asemeja mucho más al Infierno.

Varios cadáveres dificultaban el paso apilándose en medio de las calles. En la mayoría de ellos se podía adivinar qué era lo último que estaban haciendo antes de que la muerte les rodeara con su abrazo mortal.

—Mañana los vivos tendrán que recoger esos cadáveres y llevárselos en un enorme carro.

—No he llegado a tiempo... —se lamentaba la chica—. En lugar de estar ahí sentada tendría que haberles ayudado.

—No te culpes por todas las desgracias que ocurren —intentó animarla Caín tras ver lo apesadumbrada que se había puesto—. La peste bubónica se ha cobrado ya muchas vidas. Mientras sigan viviendo en este nido de ratas y pulgas es inevitable.

El joven ángel no sabía muy bien cómo reaccionar. Quería apartar la vista de aquel desagradable espectáculo, pero eso sería mirar hacia otro lado esquivando la realidad.

Dolce InfernoWhere stories live. Discover now