5. Lágrimas de Selene

4.3K 122 23
                                    

8

Todos los alumnos parecían muy atentos a las palabras de la profesora, pero para Amara, todo aquello carecía de interés alguno. Antes le gustaba atender para poder exponer su opinión, pero las risas y los murmullos de sus compañeros cada vez que decía algo, le hicieron desistir. Incluso había llegado hasta tal extremo que contestaba mal adrede las cuestiones de los exámenes. Si para ser aceptada por los demás tenía que renunciar a unos sobresalientes, estaba dispuesta a hacerlo. Nathan se enfadaba mucho cada vez que entregaban las calificaciones y veía que ella se conformaba con un suficiente. Siempre le decía que si los demás no la aceptaban por como era, no merecían la pena. Hubo un tiempo en que ella también pensaba así, pero lo que realmente quería era que dejasen de susurrar a sus espaldas cada vez que pasaba por un grupo de gente. 

La profesora, una vieja arpía, ya había hablado con ella varias veces sobre las quejas que recibía de ella, que tenía que intentar introducirse en la sociedad, dejar de ser rara. Pero ella no entendía qué es lo que hacía mal. Simplemente los temas de conversación de los demás le resultaban aburridos. Con Nathanael las cosas cambiaban; jugaban a crear figuras con las nubes, les ponían nombres a las estrellas y se inventaban historias. Pero aún así, ni siquiera él la llenaba. Sabía que él odiaba a los demonios como todos los demás. Era irreflexible y cabezota, y hablar con él sobre cosas serias resultaba imposible. Y quizás todos los demás tenían razón. Por esa costumbre suya de desobedecer las normas, de contradecir a los demás, había confiado en un diablo. Y el que había sufrido las consecuencias de sus acciones había sido Nathan.

Una mariposa blanca revoloteando por la ventana llamó su atención. Sintió envidia, le gustaría estar en su lugar, volando libremente en vez de estar sentada en una silla deseando que las manillas del reloj girasen más deprisa. Entonces, un cuervo negro atrapó entre sus fauces a la delicada criatura. El insecto movía sus débiles patas intentando resistirse, pero no tenía posibilidad alguna, el depredador desgarraba con su oscuro pico cada membrana de sus frágiles alas. Amara estaba intrigada, en Shejakim no había cuervos.

"Eso es lo que soy para él, una frágil presa"

Siguió estudiándolo y el animal posó sus maliciosos ojos sobre ella. Comenzó a sentir un pinchazo muy fuerte en la palma de su mano izquierda. Soltó un grito cuando vio el extraño símbolo negro que había aparecido sobre su inmaculada piel. Todo el mundo la estaba mirando. Amara ocultó rápidamente su mano mientras intentaba inventarse una escusa ante la amenazante mirada de la profesora.

—Esto...me había parecido ver un ave negra sobre la ventana...

Todos miraron hacia la susodicha ventana, pero ya no quedaba resto alguno del cuervo.

—Señorita Amara, le aseguro que ningún demonio le va a atacar mientras esté en clase.

—¡Uuuuu, soy un demonio y te voy a matar!
—Seguro que tiene miedo de que la viole...
—¡Cómo si los demonios fuesen tan idiotas!

Toda la clase comenzó a reír. La chica ocultó su rostro, avergonzada. Al ver el asiento vacío de su amigo, la culpabilidad volvió a apoderarse de ella.

—¡Vasta ya! ¡A callar! Lo que voy a explicar ahora es muy importante y quiero que todos atendáis. —Cuando las risas cesaron, la profesora retomó la clase—. Ya queda poco para que comencéis vuestro entrenamiento. Es el momento más importante de vuestra vida puesto que se descubrirá vuestra verdadera esencia.

»Siete rayos existen, cada uno de un color del arco-iris: azul, rosa, dorado, blanco, verde, oro-rubí y violeta. Hay un arcángel destinado para cada uno de ellos, con su respectivo templo en la Tierra. En cada rayo destaca una cualidad: valor, amor, sabiduría, pureza, sinceridad, suministro y misericordia.

Dolce InfernoWhere stories live. Discover now