Capítulo 33 Trauma

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 A la mañana siguiente, tras una madrugada satisfactoria de besos por aquí, besos por allá, tocamientos pervertidos y corridas placenteras, Madara y Lady Hashirama, quedaron rendidos en su plácida cama matrimonial antes que el reloj diera la seis de la mañana, el mismo que está ubicado en la pared enfrente de la cama matrimonial. Ambos sabían que no iban a descansar mucho, pues el pequeño Yuda era madrugador, y en cuanto colocaba un pie en el frío piso salía corriendo a toda velocidad, la que el niño poseía a su temprana edad, a la cama de sus padres para saltar sobre ellos y recibir la atención que deseaba. Si no lo lograba bajaba a la cocina a hostigar a la servidumbre con sus amenazas inofensivas y órdenes absurdas. Lady Hashirama, sabía esto de sobra y para que no lo hiciera despertaba con sueño encima para darle la atención que pedía. Por otro lado, Madara no le importaba si molestaba a los sirvientes, pues decía que Yuda era el rey del castillo.

Hoy no sería como otras mañanas, pues el retoño del rey y la reina, quería repetir lo que obligó a su madre a hacer la tarde anterior. Yuda sabía que así molestaba a su madre, cosa que le gustaba hacer porque sabía que no recibiría ningún regañó en presencia de su padre. Fácil se saldría con la suya como siempre. Estaba mal acostumbrado.

Lentamente Yuda se metió por debajo de las cobijas, las cuales sus padres usaban para cubrirse del frío, por en medio de ambos se aproximó hasta su madre de rodillas. Una vez a su lado, dándole la espalda a su padre, quien se veía casado por su largo viaje, fue metiendo una mano dentro de la bata para dejar salir un pecho y amamantarse. No obstante, la morena ya lo había sentido cuando entró a la habitación, ya sabía que iba a hacer una travesuras por su forma sospechosa de entrar. Usando un clon de sustitución, lo usó mientras el original observaba por detrás de las cortinas a su niño a punto de amamantarse, cuando este colocó sus labios sobre el pezon del clon este desapareció entre humo dejándolo con la jeta en alto.

—¿No quedamos en que no ibas a volver a repetirlo? —Lady Hashirama salió detrás de las cortinas, molesta con los brazos cruzados por debajo de sus pechos.

El pequeño niño haciendo berrinche se sentó de rodillas apoyando los glúteos contra los talones de sus pies, colocando ambos puños sobre los muslos.

—¡No vuelvas a repetirlo! —reclamó con el ceño fruncido, viendo a su madre —. ¡Tú no me quieres, tú solo quieres a Mito!

La morena tras escuchar las crudas palabras de su propia carne, abrió la boca y los ojos por completo, pues Yuda decía cosas que no eran ciertas, solo lo hacía con intención de que Madara lo escuchará para comenzar una grande discusión entre ellos.

—No vuelvo a decir mentiras, Yuda —regañó Lady Hashirama, en voz baja para no despertar a Madara. Le podía tanto que su hijo dijera que no lo quería por no aprobar una cosa.

El pequeño demonio no se vio intimidado por el regañó de su madre, sino que prosiguió a decir en voz más elevada:

—¡Mito, Mito, es lo único que hablas cuando papá no está! —Se incorporó en la cama, mientras añadía —: ¡Lo ves cada que me duermes con la asquerosa medicina que la rata albina te da para matarme!

Actuó sin pensar, Lady Hashirama, al acercarse a Yuda con rapidez le dio una bofetada en su mejilla izquierda. El golpe fue brutal, pues el pequeño niño de cinco años fue a dar hasta el suelo por donde se golpeó la cabeza. El ruido que provocó la caída fue suficiente como para levantar a Madara en modo de defensa, pues pensó que los atacaban. Pero que desagradable sorpresa se llevó al oír a su niño llorar de dolor por el borde de la cama en el suelo, mientras su esposa llora desesperada viendo hacia donde llora su primogénito.

El beso de Judas  "Un rey sin corona" [Finalizada] ANTI ROMÁNTICO Where stories live. Discover now