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—¿Dónde estamos, Esteban James? ¿Dónde están mi marido y la Dama Dios? —preguntó Mina, mirando con un poco de nervios a su alrededor. Estaba completamente oscuro y no podía ver nada excepto siluetas en la negrura; en su experiencia, nada bueno sucedía cuando estaba sumergida en oscuridad.

Esteban solo sonreía detrás de ella cuando chasqueó sus dedos y apareció una pequeña llama entre ellos, entonces la volteó, besándola. La castaña se derritió en sus brazos, devolviéndole el beso a la vez que se aferraba a su camisa.

—Estamos en un lugar lejos de esos dos —La voz profunda de Esteban era un encantamiento para cualquier mortal e inmortal—. Mina, relájate y disfruta —Al volver a mover los dedos, hubo una gran luz realizada por cuatro columnas de fuego, también apareció una gran cama—. Creé esta habitación desde que te ví; es semejante a mí casa en la dimensión de donde soy —La acunó en sus brazos y la ayudó a subir a la cama.

La respiración de la mujer se aceleró al sentir el suave colchón bajo sus manos y el aliento de su cuñado en su rostro, antes que sus mejillas se encendieran como tomates. ¿De verdad iba a tener intimidad con el hermano de su esposo? Sí, Esteban había nacido de otra Lilith en una dimensión distinta, pero eso no lo hacía más distante de Vergil. A pesar de las diferencias iniciales, ambos habían hecho las paces y aprendieron a tratarse como hermanos. Ella no deseaba romper ese lazo tan especial.

Llenando sus pulmones de aire, sacudió su cabeza a la vez que agarraba las sedosas sábanas. La conversación que tuvo con su marido acerca de las relaciones extramaritales volvió a su mente. No lo estoy traicionando, su cultura es diferente a la mía. Mientras no me acueste con un humano, no se enojará.

Mordiendo su labio, trató de sacar a Vergil de su cabeza y, de paso, controlar los latidos de su corazón.

—¿Puedes iluminar todo el lugar? Esa llamita no es suficiente —dijo, decidiendo enfocarse en la habitación donde se encontraba en vez de sus dudas.

El demonio blanqueó los ojos, como lo haría Vergil, y dio un suspiro para prender todo el llameante cuarto. Y mientras eso pasaba, James se quitaba la camisa dejando ver su cuerpo, trigueño y cicatrizado, a la vista de Mina.

Ella se quedó sin aire al ver aquel torso bien formado lleno de marcas de guerra y sus manos picaron por acariciar la piel bronceada que se exhibía ante sus hambrientos ojos. Aquellas cicatrices no le restaban belleza al demonio sino que realzaban su masculinidad dándole un aura de peligro.  Esteban merecía ser modelo para artistas con el cuerpo que tenía.

—Si quieres puedes tocar —Alzó sus cejas, invitándola para seguir y regalándole una mano—. ¿Sabes?, quisiera ver tu piel; besarte de una manera que solo un Dios lo haría.

—Yo... —Ella le devolvió la mirada y el fuego que brillaba en aquellos iris verdes la hizo estremecer—. Nunca he deseado a otro hombre desde que me casé, pero tú... Tú logras que mi cuerpo arda con solo una mirada. ¿Soy una mala esposa por desear a mi cuñado.

Al escuchar esto, solo se acercó, volviendo a dirigir los movimientos de la mujer en un beso sugerente y, susurrando, volvió a encender un poco las llamas del lugar.

—No lo eres —Besó su cuello con una delicadeza que la hacía perder la razón. Ella comenzó a cerrar los ojos cuando escuchó decir—, eres perfecta, Mina Larsa, y solo por hoy serás la consorte del Rey de los Pecados.

—¡Mierda, Esteban! ¿Por qué dices esas cosas? —gimió la pelicastaña, buscando los labios del demonio de nuevo y empujándolo a la cama mientras devoraba sus labios. Metió la lengua en su boca a la vez que trepaba su cuerpo para montarlo. Aún con toda su ropa, podía sentir el bulto de su compañero y eso solo le hervía más la sangre—. Ahora ya no soy responsable de lo que te haga.

Cadenas Eternas (18+)Where stories live. Discover now