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La nueva reina del Infierno y de los Cielos sacó su espada, inicialmente sus intenciones no eran matar a Uriel, pero el muy bastardo le había sacado de quicio y eso no lo iba aceptar. Ella le iba a dar justamente en el corazón, cuando Miguel le detuvo con el arma en su mano al tomarla de la muñeca.

—Suelta eso, pequeña —el gran ángel miró con severidad a su hermano, girando a la mujer para abrazarla—, y tú, hermano mío, vete de aquí antes de que me obligues a hacer algo de lo que luego me arrepienta.

—Incluso a ti ya te ha embrujado, hermano —susurró el Fuego de Dios y sus ojos amarillos brillaron con puro dolor.

Con una última mirada de furia a la Señora celestial, Uriel apretó la mandíbula mientras cubría protectoramente sus costillas rotas con un brazo y desapareció con su orgullo en pedazos a los confines de los cielos. Miguel, quien aún sostenía a la chica, relajó su agarre al oír el susurro apenado de ésta.

—No quería causarte tantos dolores de cabeza —habló ella a punto de llorar en los brazos de Miguel, quien se había ganado un pedacito del corazón de la diosa—. De verdad quería... solucionar esto.

—No te preocupes por ese chiquillo temperamental ahora, creo que tienes asuntos más urgentes en los que concentrarte —murmuró el arcángel mientras la estrechaba contra su pecho y acariciaba su largo cabello como si fuera una niña—. Prométeme que sabes lo que haces, —rogó aquel que se hizo hombre alguna vez—, y que cuidaras de mi nieto.

—Te lo prometemos —habló Daniel detrás de ellos dos, otorgando una sonrisa genuina a la chica que estaba en las rodillas pensando lo sucedido con Miguel. Jamás se había sentido tan querida y protegida, sólo en el pasado por su querido padre Raphael.

—Debo de hablar con Uriel, los dejo para que sus acompañantes entren —se disculpó el mayor de los arcángeles, besó la frente de la mujer y rehizo la suite destruida por los ángeles y la diosa antes de desaparecer en una esfera de luz—. Y Daniel, ten paciencia, mucha paciencia —dijo su voz una vez más aún luego de haberse marchado.

Debo de tenerla.

—Adiós, padre —respondió Sophia susurrando, sentada en sus rodillas; meditando en cómo solucionar y curar el alma de sus Ex consortes. Al sentir como Esteban abría la puerta, se quedó mirando los ojos verdes del padre de Catalina y Laura.

De inmediato, Vergil miró a su hermano y entendieron que allí había pasado algo muy fuerte y peligroso para cualquier ser mortal como inmortal, cuando los ojos de Sophia se clavaron en Mina antes de levantarse con pie seguro para ir donde estaba la semi protegida por los demonios. Los chicos, contando a Daniel, entendieron que ella iba por la cabeza de Mina.

—Me desafiaste, Mina Larsa —la mujer de ojos grises comenzó a temblar, en silencio mientras escuchaban como las ventanas de la habitación vibraban con la voz de Sophia—, y eso no te lo voy a permitir. Les pido el favor que se vayan, caballeros —Al instante, la Diosa se puso frente a frente con la Chispa de Dios.

Como instinto Vergil se adelantó hasta quedar delante de la mujer divina y con las mismas empujó a su consorte detrás de él; ya había visto el poder de la Diosa y no permitiría que su delicada paloma sufriera daño alguno. Incluso cuando eso pusiera su vida en riesgo ante un ser que controlaba la vida y la muerte.

—Por lo que tengo entendido, usted vivió entre humanos por bastante tiempo, mi señora. ¿Acaso mi consorte no merece un poco de compasión humana? Ella no hizo nada malo aparte de proteger aquellos a quien ama; como estoy seguro que usted también haría en su lugar. ¿O me equivoco? —inquirió el demonio peliblanco sin retirar su mirada de las brillantes esmeraldas de la diosa.

Cadenas Eternas (18+)Where stories live. Discover now