4-b

50 3 1
                                    


Lucifer se hallaba en sus habitaciones, con los dedos y lengua metidos en la vagina de una diabla acuática, cuando un enorme poder celestial hizo temblar su palacio. Era ella. Aquella chica que esperaba tanto había llegado.

En las puertas del trono infernal, la chica Dios y el príncipe demoníaco arribaron antes que Vergil fuera semi interrogando por la mujer de su hermano.

—Vergil, ¿qué traman tú y mi demonio amado? —Se encontraban cerca a los aposentos de Lucifer ella lo podía sentir, entonces para que le dijera algo, se acercó a él mirando sus ojos azules. Y algo extraño pasó allí; Vergil se quedó sin palabras por primera vez en su vida porque Sophia lo estaba seduciendo. No esperaba que un ser, que se suponía fuera puro, se atreviera a usar su cuerpo y belleza para obtener lo que quería.

—No sabes como me gustan los demonios que protegen a sus consortes —susurró ella, mordiendo el labio inferior del peli blanco y dejando al príncipe con ganas de arrojarse a ella—, pero eso no quiere decir que si no me dices lo que ya se, no te lastimaré.—Le dio un beso blanco y devolvió sus pasos hacia las puertas del trono infernal, transformándose mientras caminaba hacia el único hombre al que le tenía seriamente un respeto y un odio gigantes—. Me dirás luego.

El príncipe la miró irse hacia las puertas del trono cuando se abrieron.

—Espero verla pronto, reina —susurró, tocando sus labios al mismo tiempo que la Dama Dios giró el cuerpo para decirle en la mente.

Lo mismo digo, trueno azul. Contestó ella antes de entrar por las puertas de aquel sitio.

Sin embargo, luego de un par de segundos, decidió entrar tras ella, planeando quedarse al margen lo más posible. Solo los interrumpiría en caso de que las cosas se pusieran feas entre los monarcas.

Mientras tanto, Lucifer— quien había lanzado a su juguete sexual fuera de su habitación antes de aparecer sentado en su trono— la sintió caminar con una seguridad divina, pero lentamente. Él, casi acostado en su trono, se lamió los labios, deseando besarla y mirarla a los ojos, quitarle la ropa y preguntarle: ¿qué carajos hacía allí?; pero sus pensamientos dejaron de inquietarle al ver a una niña de cabellos castaños y de ojos verdes con una armadura que cubría las partes necesarias, vientre plano, labios rojos, además de un olor que no debía ser santo. Sin olvidar las alas que eran bastante grandes para un cuerpo tan sensual.

—Y al fin se digna a presentarse. Ya era hora, preciosa —dijo, tamborileando sus dedos sobre el reposabrazos de su trono.

Ella se apareció de la nada frente al trono demoníaco, dejando una estela de luz a su paso.

—¿Preciosa? —alzó una ceja castaña, con ironía mirando la hermosa mirada de su enemigo mortal. Ojos dorados y una sonrisa maléfica, el cuerpo de Lucifer brillaba en su oscuridad, viendo también sus grandes e imponentes alas oscuras—. La verdad yo también quería conocerte.

Los ojos verdes de Sophia brillaban con una intensidad divina y el latir de su corazón era un tambor quemando su interior.

—Tan suave como la pluma de un pavo real —susurró el amo de las tinieblas al aparecer tras ella y apartarle el cabello hacia un lado, dejando expuesto su cuello. La mujer divina cerró los ojos, mordiéndose el labio mientras sentía el aliento del dios de la oscuridad hacerle cosquillas desde sus adentro.

—¿Qué quieres, Lu?

—Mmm —Lucifer inhaló el aroma de la diosa y sus manos bajaron instintivamente para rodearle la cintura. Había algo en ella que lo había vuelto loco de deseo en el momento en que posó sus ojos sobre aquellas relucientes esmeraldas—. En primer lugar, me gustaría saber qué hiciste con Yahweh. Luego puedes decirme cómo te llamas, yeara remir.

Cadenas Eternas (18+)Where stories live. Discover now