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La gran habitación real era iluminada por cientos de esferas flotantes que brillaban con una luz amarillenta. Luces que eran creación del mismísimo Diablo, quien, contrario a la creencia popular, aún retenía varias de las habilidades que una vez le dieron su título perdido de Lucero del Amanecer. Los gemidos y sonidos pasionales habían desaparecido dando paso a susurros, caricias y risas. Una alegría que hacía muchísimo tiempo no se sentía en el Palacio Oscuro; no desde que su dueño había descubierto la infidelidad de su reina y la había maldecido.

Lucifer acarició las curvas de la hermosa joven junto a él mientras le echaba un vistazo a su cuarto. Las sábanas estaban rasgadas, las paredes tenían grietas y hoyos, había una mancha de carbón en la esquina de la cama y la roca del suelo parecía haber sido triturada en algunos lugares. De verdad que su pobre habitación recibió la peor parte de sus varios encuentros sexuales. Al paso que iban, demolerían el castillo entero si no paraban pronto. Sin embargo, él no quería parar. Poseer el cuerpo de María Sophia de Nazaret se había convertido en una adicción para él. Y Satanás nunca perdía la oportunidad de hundirse en un nuevo vicio.

-Creo que mi cuarto no resistirá que te tome otra vez -murmuró el Príncipe de las Tinieblas, lamiendo un pezón de la diosa.

-Ummmm -gimió ella, pero suave, sosteniendo los cabellos de Lucifer-. Es increíble que tu mansión aún esté de pie -Sonrió, alucinando por tanta pasión. Los ojos dorados del demonio eran diferentes cuando le hablaba a ella en un susurro, como contando secretos después de hacerlo. La verdad ya había perdido la cuenta de cuántas veces él se había metido en ella y la había hecho gritar de lujuria y banalidad. Cerró los ojos, apretando los labios para sentir como Lucifer se apoderaba de sus senos de nuevo-. Querido, necesitamos hablar de negocios. ¿Recuerdas?

-Claro, te di mi palabra y tú cumpliste con tu parte del trato -Lanzó un suspiro de molestia y se lamió los labios al levantar la mirada para cruzarse con la de ella-. Mi hija, Ishmeth, se encuentra dentro del volcán Kilauea, pero... -Lucifer besó el cuello de la diosa, sonriendo maliciosamente cuando ella le regaló otro gemido-. ¿De verdad quieres irte? ¿Acaso no sientes nuestra conexión? Sé mi reina, Sophia. Quédate aquí conmigo y bajaré las estrellas para ti.

La hija de Dios sonrió con melancolía, recordando algunas cosas y promesas muertas. Se paró de la cama aún desnuda, tocando las marcas que la hacían dueña de un de ángel que se había revelado y un demonio que buscó redención en ella.

-No puedo, mi Lucifer querido -Apretó los labios junto a sus manos-. Tengo obligaciones. Hay un demonio y un ángel que me esperan. Además de unas pequeñas que llevan mi sangre. -tomó aire al responderle-, y tranquilo yo me bajo las estrellas. ¿Sabes?, lo más extraño es que siempre soñé con que tu yo de mi dimensión dijera esto. Por otro lado, me has demostrado que eres diferente a mi "tío".-guardó silencio, para segundos después recalcar-, sé que tu corazón le pertenece a Lilith, tu consorte -puso las manos sobre su cuello tocando las marcas que la habían puesto allí como Diosa de Todo-. Tu alma jamás sería mía y no quisiera repetir lo mismo que pasó hace un tiempo atrás.

El rey infernal resopló y se levantó de la cama para detenerse tras ella mientras sus dedos descendían por aquellos suaves brazos con un roce casi fantasmal.

-Sé que nunca quisiste ser Dios, que todo lo que haces lo haces por obligación -le susurró al oído, mordiendo con cuidado el arco de su oreja-. Date la oportunidad de ser libre. Sin ataduras ni restricciones de nadie ni nada; ni siquiera las mías. Te ofrezco reinar a mi lado como mi igual no como mi consorte -Hizo una pausa para agarrarle la cintura y mordisquear su hombro-. Y en cuanto a Lilith... No es lo mismo que antes. Ya no confio en ella; ¿cómo puedo amar de verdad a alguien en quien no confío? Además, tú me puedes ayudar a olvidarla.

Cadenas Eternas (18+)Where stories live. Discover now