Medidas Desesperadas

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Las puertas de la celda de Rodio se abren, desvelando el destrozo que han causado la reina y el pintor.

- Uy, veo que a alguien no le ha gustado la comida de mi hermano...

- No sabe tratar a las personas

Se cierra la puerta. El alquimista mira hacia su alrededor, sorprendido.

- ¿Cómo has llegado hasta mí?

- Todavía tengo poder sobre los tarugos de mis hombres.

- Edward se encargó de que respondieran sólo ante él

- Si me han traicionado a mi, también le traicionarán a él

Se coloca delante de la reina y agita su mano frente a los ojos inertes de ella, asegurándose de que realmente no ve nada.

Observa las manos magulladas por las cuerdas, de la mujer.

Al parecer su hermano la había dejado atada.

- ¡¿Para qué demonios me has llamado?!

- Quiero hacer un trato contigo.

Sergéi ríe sarcástico

- ¿Conmigo? Antes me pego un tiro

Se sienta en el camastro, incómodo por la violencia y la tensión que invaden el lugar

- ¿De verdad? ¿Y por qué te has sentado en vez de salir por la puerta?

- Me divierte verte "tan" desvalida

- Divertido tiene que estar tu hermano viendo como os toma el pelo al Frizz y a ti sin que os deis cuenta.

- Más gracia le hará ver la cara de tu esposo cuando le cuenta todos los ratos de placer que le haces pasar cada vez que os veis.

- Cerdo asqueroso

- Has empezado tú

- No tienes ni idea de todo lo que se os va a venir encima cuando resurja de mis cenizas.

Cansado de mantener una conversación tan infructuosa, el alquimista da un ultimátum a la reina

- De lo que tú no tienes ni idea es de lo que va a hacerte mi hermano cuando se entere que vas preguntando por mi a escondidas suyas. Así que ve al grano y dime cuál es el trato.

- Quiero que me lleves a ver a Jareth y quiero que me devuelvas la vista

El hombre ríe con ganas

- ¿Y por qué iba a hacer eso?

- Porque si haces lo que te pido, te daré algo que tú hermano no tiene intención de darte: El Botón del libre Albedrío...

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Jareth se despierta sobresaltado, con una sensación muy fuerte en el pecho.

Algo anda mal.

- ¡Rodio!

Intenta levantarse, pero las cadenas se lo impiden.

- ¡¿Ocurre algo, "Majestad"!?

Con la mirada ofuscada, la ropa desgarrada y una gran cicatriz en la mano derecha, el pintor apunta con un arma al pecho del reo.

- ¡¿Qué le has hecho?!

- Que ¡¿qué le he hecho?!

Dos hombres inmovilizan al monarca mientras un tercero suelta los grilletes de la pared

- Hacerla mía. Eso es lo que he hecho.

- ¡DESGRACIADO!

- Al final entró en razón.

El cantante se revuelve con furia

- ¡Voy a matarte, Gracey!

- ¡No, si yo lo hago antes!

Formando una macabra comitiva, los hombres del pintor, el monarca y el pintor, se dirigen a la sala de tortura...

************************************

- ¿Cómo dices?

El alquimista no sale de su asombro

- Lo pulsaré delante de ti. Puedes traer a Frizz si quieres.

- ¿Y por qué no iba a ayudarme mi hermano?

- Porque entonces no tendría ningún motivo para retenerme.

Sergéi sopesa las palabras de la mujer.

Aunque siempre han buscado hacerse daño, lo cierto es que ambos han desarrollado una complicidad especial que les confiere una extraña confianza el uno en el otro cuando tienen intereses comunes.

- Eres muy retorcida, ¿lo sabías?

- Pero sabes que tengo razón. Ambos sabemos que si Edward hubiese buscado solamente información, a estas alturas ya la tendría. Pero tiene una obsesión enfermiza conmigo que le destroza la única neurona que tiene.

- ¿Y cómo piensas hacer eso?

- ¿El qué?

- Pulsar el botón del libre Albedrío y deshacerte de mi hermano

- Eso es cosa mía. Tú encárgate de que recupere la vista y de concertarme una cita a solas con Jareth.

Sergéi lo medita concienzudamente unos segundos. Lo que está a punto de hacer es muy peligroso y ha de estar completamente seguro de los riesgos que va a correr ayudando a Rodio.

La reina extiende la mano hacia delante

- ¿Tenemos trato?

Finalmente, el alquimista le da un apretón de manos

- Si. Podrás verte con Jareth al atardecer.

- De acuerdo. ¿Y la ceguera?

Sergéi ríe cómplice.

- Con no inyectar otra dosis de mi preparado, será suficiente.

Rodio se extraña ante la afirmación.

¿Realmente que mantiene ciega algo tan supuestamente benigno como la medicina natural?

- ¿suficiente?

El alquimista se levanta del camastro

- Si. Tu ceguera está causada por un preparado que yo mismo elaboré a partir de raíces con las que fabriqué el veneno que te mantiene enganchada a una ampolla de cristal toda tu vida.

- Si no la tomo, ¿recuperaré la vista?

Sergéi se acerca a la reina y observa sus ojos.

- Si, lo más probable es que sí. Aunque te advierto una cosa

- ¿Qué?

- Si alguna vez volvieses a recibir el preparado, fuese en la forma y estado que fuese, los cambios podrían ser irreversibles.

- Lo comprendo.

El alquimista se incorpora

- Pues entonces marcho. Me ocuparé de cumplir mi parte del trato y me encargaré de que tú cumplas la tuya.

- Nunca falto a mi palabra

- Eso tenlo por seguro.

Los hombres vuelven a abrir la puerta y la cierran al salir Sergéi...

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