Declaración de intenciones

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No puede mirar.

Se siente tan aterrado que es incapaz de abrir los ojos cuando el coche enfila la calle y cruza el portal...

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De repente, el coche para.

- Ya puedes abrir los ojos.

Con el pulso acelerado, el hombre retira sus temblorosas manos de los ojos cerrados.

La puerta de Rodio se abre.

- Si no te lo haces en los pantalones, ya puedes salir del coche.

Con parsimonia, apaga el cigarrillo y uno de sus hombres le tiende la mano para ayudarla a bajar.

Como David no se atreve a salir al exterior, uno de los secuaces de Rodio tira con fuerza de su brazo y lo arrastra al exterior del coche.

Es de noche y una gran mansión se alza frente a ellos.

Dos guardias lo toman por los brazos y lo conducen al interior de la mansión, encabezados por Rodio, que camina con paso firme y ligero.

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Llegan a una gran sala. Las paredes y el suelo son de piedra.

Parece sacado de un castillo medieval.

Tiran a David al suelo y queda a solas con Rodio, que a golpe de muñeca cierra todas las salidas posibles.

Los sentidos del cantante se agudizan.

No se encuentran en el mundo de Cristina.

Ni en su mundo. Lo presiente.

- Puedes levantarte si quieres. Imagino que el suelo estará frío.

Con pose desafiante, el hombre se pone en pie tratando de no mostrar miedo ni sumisión.

- ¿Qué quieres de mí?

- ¡Vas muy rápido, Rey Goblin!

Se acerca y arregla el cuello de la camisa a David, que trata de controlarse.

- ¿Tan rápido quieres perderme de vista?

- Ni te lo imaginas.

Lo mira de arriba a abajo con desprecio antes de darle la espalda y comenzar a caminar por la habitación.

- Eso va a ser difícil. Nos vamos a ver mucho de aquí en adelante.

Se inclina para dar dramatismo a las palabras, a pesar del tono cínico de la sentencia.

- He venido a reclamar mi reino.

- ¿"TÚ" reino?

- Si. Mi reino. El Laberinto.

Los ojos de David se inyectan en sangre

- Cómo te atreves

- Oye, ahora no te pongas digno. Eras tú el que me recordabas constantemente que nos habíamos casado y tenía que asumir mi papel de reina

- Nunca lo dije en ese sentido y lo sabes

Inconscientemente el cantante  empieza a caminar nervioso en dirección a Rodio, que se ha sentado en su "trono" negro, un gran asiento hecho de piedra.

- Eso ya no importa. Lo que nos atañe es el hecho de que el reino es tan tuyo como mío, y tú ya lo has disfrutado bastante.

- ¡Voy a acabar contigo! ¡¿Me entiendes?!

- A mí no me amenaces. Que te quede claro que si no fuera porque Cristina todavía te aprecia, ya estarías ¡¡MUERTO!!

Alterada, se levanta de su trono y le da la espalda a David, que sonríe de forma macabra

- No te engañes. Si todavía no me has cortado el cuello es porque sabes que si YO muero...

Se acerca al oído de Rodio, que sigue dándole la espalda.

- TÚ vienes conmigo.

Un escalofrío recorre la espina dorsal de la villana, que vive obsesionada con la idea de terminar con ese "contratiempo" que tanto la crispa.

Se vuelve para enfrentarlo

- Eso está por ver.

David sonríe triunfal. Ahora es él quien tiene el control de la conversación.

- No voy a darte mi reino. Tendrás que arrebatármelo.

Las miradas incandescentes de ambos hechiceros se enfrentan en una batalla campal que augura un final trágico.

- Entonces...

Rodio se yergue y asevera su voz todo lo que es capaz.

- Te declaro oficialmente la guerra, Rey Goblin.

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