26. Una Ilusión.

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Jungkook veía como su habitación era remodelada con nuevos muebles, el armario estaba siendo llenado con la ropa de Jimin, la había buscado en el ático donde había encontrado la de el. Cuando estuvo todo listo, se acercó hacia el armario lleno y pasó la mano sacando un saco blanco con aplicaciones en dorado, casi todos los trajes que él había usado en el pasado eran así, con un toque elegante y fino. Él era glamoroso, al contrario de su tipo de vestimenta que era más bien un tanto militar, la de Jimin parecía en verdad la de un autentico príncipe.

Aún recordaba la primera vez que lo había visto con su maleta, completamente vestido con un traje en azul rey, siendo demasiado amable con su padre. Jimin siempre había sido la debilidad de su padre. A Jungkook, en realidad, no le importaba mucho su cercanía, hasta que un día fue avisado de su compromiso.

Su padre había dado a Jimin todo lo que él pedía, así que no dudaba en que la idea de su matrimonio había nacido de él. Ahora que lo podía ver de diferente forma, se daba cuenta que él siempre supo que eran pareja destinada y solo adelantó la situación.

Se quedó revisando toda la gama de colores de sus zapatos, demasiado delicado, tan él, esa era su esencia, ser sonriente, ser carismático.

Estaba completamente seguro que en cuanto viera todo aquello él se pondría feliz, podría por fin deshacerse de la fea ropa que utilizaba.

De alguna manera lo hacía sentir extraño el pensar que Jimin era él mismo omega del pasado, era como si con lo años Jimin hubiese perdido esa chispa. Tenía la esperanza que él se pusiera feliz cuando viera de nuevo su ropa.

Se lo había aclarado a Namjoon que lo había acusado de haberlo despreciado en el pasado, a él no le gustaba Jimin, debió tratarlo mejor sí pero, lo hubiese rechazado de igual manera.

Cuando tenían los dos 15 años, el jamás pensó en tener un novio y mucho menos un esposo, su mente estaba enfocada en ser Rey, por eso lo había ignorado. Además, si el hubiese entendido, le hubiese ahorrado a Jungkook muchos dolores de cabeza. Siempre se sentaba a su lado en las comidas queriendo tomar su mano, o lo molestaba con el pie, siempre luciendo inocente para su padre.

Desde tomarlo de la mano cuando caminaba por el castillo, hasta interrumpirlo cuando se iba a dormir solo para asegurarse que tuviera bonitos sueños. Había aprendido a esconderse de él, pues al tener el favor de su padre, se la vivía obteniendo regaños mientras que Jimin se disculpaba con una mirada de tristeza.

Jamás pensó en él de otra manera.

Hasta que lo habían obligado a casarse y este había entrado en celo, de repente las cosas empezaron a cambiar, el no podía negarse a satisfacerlo. Su aroma era tan delicioso y él se ponía en bandeja de plata.

Pudo haber hecho las cosas mejor, sí. Pero, no podía regresar el tiempo.

Después de que el día anterior, cuando lo había besado con tanta pasión en su despacho, él había salido apenado. Pero, cuando llegó la noche y lo abrazó en su cama, notó que él se mostraba más receptivo a su toque, había disfrutado demasiado por la necesidad de sus besos una vez más, sus lobos parecían llevarse de maravilla, había podido acariciar por más tiempo su cintura hasta que él lo detuvo pero, ya habían pasado muchos suspiros de placer.

Tenía planes, no quería perder la corta ventaja que tenía, esa noche tenía planeado una cena romántica. Quería que él no tuviera dudas de que era el indicado, a pesar de todos los errores del pasado, quería que él se le entregara por completo.

Caminó por la habitación nervioso y pidió que llamaran a Jimin.

Ahora estaba completo para que fueran una pareja, ahora ya estaba seguro que lo quería y haría todo lo que estaba a su alcance para que él lo aceptara.

Cuando el amor espera.Where stories live. Discover now