CINCUENTA Y CINCO

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Por alrededor de media hora estuve al lado del Vicente. Quieta, pero con mi mano impaciente sobre su espalda mientras acariciaba con mis dedos el sector; esperando que por arte de magia soltara algún tipo de indicio respecto a lo que le estaba pasando, pero nada. Era inútil. No me decía ni una sola palabra.

Y si bien, yo estaba ni ahí con forzarlo a contarme algo que quizás no quería, llegué a un punto en el que mi preocupación sobrepasó los límites y tuve que pedir refuerzos.

En otras palabras; llamé al Javier.

Quien obviamente llegó a los minutos.

Su estrategia, no obstante, fue completamente diferente a la mía –quizás porque ya tenía cierto expertise en el tema o simplemente porque yo no sabía tratar tan bien con los minos–, ésta, de hecho, consistió en presionar de forma directa a su mejor amigo, insistirle e incluso gritonearlo un poco con el fin de lograr el tan ansiado cometido; conseguir que el daddy hablara. Lo cual, fue logrado con éxito luego de un corto periodo de presión la verdad.

Cuando el Vicente se animó a contarnos qué era lo que lo tenía tan achacado, no pude hacer más que mantenerme enojada y putear mentalmente a la mami zorrona durante todo lo que duró el relato.

Cuando terminó, abrí la boca para dar alguna opinión respecto a lo que estaba pasando, sin embargo, la volví a cerrar cuando asimilé que nada de lo que pudiera decir era suficiente como para que el Vicente se sintiera mejor o en otros casos; reconfortado. En ese momento no parecían existir palabras tan apañadoras.

Solo me quedaban las interrogantes mentales, como ¿Qué cresta tenía en la cabeza la Josefa?

¿Caca acaso?

No, que nadie me responda.

Era obvio que esa era la respuesta correcta.

Quería, de verdad anhelaba con toda mi alma que lo dicho acerca de la paternidad del daddy fueran puras mentiras soltadas por una mina sin nada más entretenido que hacer que andar cagándose a los demás.

Porque estaba claro que ella no tenía otro fin más que molestar al Vicente.

Su pará de mala madre recapacitada, y transformada en una buena versión de mamá, no se la creía ni a palos y estaba segura de que su familia tampoco lo hacía.

Por otro lado... Una parte de mí creía en que lamentablemente la mina no estaba mintiendo y que la Bendi no era hija biológica del Vicente. Esto porque a pesar de no conocer plenamente a la Josefa, con lo poco que había escuchado y visto se ella; la percibía completamente capaz de engañar para obtener su beneficio personal.

—En el caso de que lo que dijo la Josefa sea verdad... —escuché decir a mi cuñado, quien a diferencia mía, siempre tenía algo que decir—. No estoy afirmando que lo sea —se corrigió a si mismo con rapidez—. Pero en el hipotético caso... ¿Ella se la puede llevar a otro lado? No cacho nada de ese tema.

—Creo que no —le contesté con mis cejas ligeramente fruncidas. El escaso conocimiento en esos temas que guardaba en mi cerebro, provenía de los capítulos exagerados de caso cerrado y la sabiduría de la doctora Polo—. Necesitamos asesoría legal. Por si acaso.

—Por mi parte solo conozco a los hueones de la U. Que estudian derecho... —el Javier dijo con el ceño fruncido debido al recuerdo— Y me caen como el hoyo —terminó de decir para luego sentarse en la mesita de centro. Frente al Vicente—. ¿Y la abogada de tu vieja?

—Está de vacaciones. —le contestó él con simpleza, casi ni parecía atento a nosotros.

Por un momento el Javier se quedó en silencio con la mano puesta sobre su mentón, probablemente pensando en la situación.

PAPI MECHÓN (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora