QUINCE

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Entré en pánico. ¿Cómo chucha era posible que una niña así de pequeña anduviera sola?

—¿Dónde está tu papá? —le pregunté mientras me agachaba para estar a su altura.

Ella elevó sus hombros, sin dejar de abrazar su peluche, del cual no recuerdo el nombre.

—No sé...

—¿Estás aquí sola? —no quería sonar desesperada, pero estaba desesperada.

Esperé por lo que pareció una infinidad su respuesta y cuando creí que no me iba a contestar; asintió levemente con la cabeza haciendo que me volviera el alma al cuerpo.

—Vine con el tío Javer.

¿El tío qué? ¿quién cresta era ese hueón? ¿y por qué sonaba cómo que si fuera un violador pedófilo asesina niñitas?

—¿Y él dónde está ahora?

Volvió a elevar sus hombros.

Presioné mi labio inferior con mis dientes, mientras armaba alguna buena idea en mi cabeza para poder mantener a salvo a la pequeña criatura frente a mí.

Pa' empezar la tomé en brazos para poder mantenerla ojo al charqui.

Finalmente y sin más ideas empezamos a caminar alrededor del super en busca de alguien que fuera de ayuda. Quizás nos encontrábamos a su abuela o quién sabe, en volá otra persona, al todopoderoso ¡No sé!

Lo siguiente del plan era... No tenía idea.

Ayúdame, Yisus craist.

—¿Pod qué ya no vas al jaldín? —me preguntó de la nada la Martina, sacando tema de conversación como todos los cabros chicos.

Lo que fue bueno, porque desvió mis pensamientos del drama que tenía entre manos.

¿Qué le contestaba?

¿Porque tu papá es un saco e huéa y me cae mal? o ¿porque me cae mal el saco e huéa que tienes como papá? Difícil decisión.

—No tengo mucho tiempo —sin embargo, fue lo que al final opté por contestarle— me queda poco de vacaciones.

Eso igual era un poco como una mentira.

Técnicamente me quedaba una semana y media de vacaciones de invierno.

Es poco, sí. Pero tampoco taaaan poco.

Un puchero apareció en sus labios, subiendo el azúcar en mi sistema con rapidez.

—¿Puedes id a mi casa a jugad? —preguntó/invitó.

—Tendrías que preguntarle a tú papá primero.

Y él obviamente diría que no.

—¡Le voy a decid! —exclamó sonriente, como si las cosas fueran así de fácil siempre.

Le sonreí y preferí no seguir hablando ya que habían cosas más importantes sobre las que había que discutir.

¿Qué rayos hacía con la Martina?

No podía simplemente llamar por teléfono al Vicente, primero porque no tenía su número, segundo porque... Un momento, yo sí que tenía su número. ¿Lo llamaba? mh, no. Seguro había otra manera mucho más simple y que no implicaba tener que hablar a ese culiao.

Quizás si le decía a mi hermana... ¡Eso!

Yo definitivamente era la más responsable de las dos, sin embargo, la Amelia era la de las ideas salva pellejos.

PAPI MECHÓN (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora