CUARENTA

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VICENTE

—Al menos dime algún insulto —sugerí un poco desesperado. No había algo peor que las leyes del hielo que hacían las mujeres— ignorarme pa' toda la vida no es una opción.

—Obviamente no —me contestó de mala gana, todavía en un tono de desagrado— pero por lo que queda de viaje sí puedo.

—Pero...

No tenía nada más que decir y lo peor era que de verdad me estaba asustando.

Ella por su parte ni siquiera me dio una mirada en mala, simplemente siguió sentada en la cama mientras revisaba su celular.

Bufé y luego pasé las manos por mi nuca.

Estaba desesperado porque se me habían acabado las ideas pa' defenderme y cagado de miedo porque definitivamente no quería cagar nuestra relación por culpa de una mentira.

Pero yo era súper ahueonao.

—Perdona. —empecé a decirle mientras me sentaba a su lado en la cama y tomaba su mano pa' entrelazarla con la mía— yo sé qué debí contarte, pero es que ni siquiera encontré que fuera necesario.

Ella llevó la vista hacia mis ojos y luego mantuvo su labio inferior atrapado entre sus dientes; al menos estaba considerándolo.

—¿Por qué no me contaste? —indagó en un tono medio herido que me hizo sentir más culpable que la cresta.

Lo que menos quería era afectarla con mis dramas, pero no había cachado que ocultarle cosas igual era dañino pa' nuestra relación.

—No le tomé importancia. —contesté con sinceridad mientras elevaba mis hombros— porque tampoco pienso juntarme con ella.

La Josefa llevaba días mandándome mensajes, proponiéndome una salida a comer con la intención de hablar por fin nuestros dramas.

Hoy, cuando me llamó le contesté únicamente pa' dejarle en claro que mi respuesta era no y conseguir que dejara de huear.

Mientras que los otros días ni siquiera me tomé el tiempo de leer sus mensajes porque estaba ni ahí con cualquier cosa que usara como argumento.

Si igual mi respuesta iba a ser no.

—Todo lo que tiene que ver contigo es importante para mí. —confesó en un tono suavecito que me provocó comérmela a besos.

Asentí con la cabeza y lo pensé por un rato.

Sí quería que lo nuestro funcionara lo más importante era ser completamente sincero con ella y pa' ser completamente transparente en cuanto a mis dramas, tenía que partir obviamente por el principio de todo.

Dejé un beso en su frente y luego salí hacia el balcón a comprobar el clima; hacía frío.

Igual tampoco tanto, pero la brisa era helada.

Cuando volví a la pieza, tomé un polerón y extendí mi mano hacia la Maite.

No la tomó, pero igual se bajó de la cama.

PAPI MECHÓN (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora