CINCUENTA Y TRES

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VICENTE

Cuando terminé de lavar los platos, me sequé las manos en un paño que posteriormente tiré sobre un mueble de la cocina.

Estaba más cansado que la chucha, cagao de hambre y siendo más sueño que cualquier otra hueá, sin embargo, no podía seguir haciéndome el hueón con el tema del aseo del departamento, mucho menos luego de haberlo pospuesto caleta por pasarme todas las noches sin dormir y mi poco tiempo "libre" estudiando pa' las evaluaciones en la universidad.

Por otro lado, tenía que considerar que la Josefa era un cero a la izquierda y las pocas veces que estaba en el departamento, lo único que hacía era desordenar todo a su alcance.

Estaba chato, pero no me quedaba de otra.

Tomé una manzana del frutero puesto estratégicamente sobre la mesa del comedor y luego de darle una mordida, me tomé un descanso piola sentándome en el sillón.

Con la experiencia que tenía durmiendo poco y estando hecho mierda, podía asegurar que cerrando los ojos por cinco minutos; quedaba listo pa' otra tanda de aseo. Arriesgaba harto, pero ya me importaba bien poco.

Cerré los ojos, pero no pude pegarme ni un descanso ya que mi celular vibró en el bolsillo de mi pantalón prácticamente a los segundos.

En cualquier otra circunstancia lo habría ignorado, sin embargo, estando separado de mi hija no podía darme el lujo de ignorar el teléfono. ¿Qué pasaba si era mi vieja avisándome que le había pasado algo?

Abrí la aplicación y me relajé considerablemente cuando caché que eran mensajes del Javier.

«Como que la cagué un poco, pero un poco no más. Casi na'.»

Fruncí el ceño, sin entender ni una hueá.

«¿De qué estai hablando?»

«No te enojí sí po...»

«¿Qué hueá hiciste?»

«Ya te enojaste ☹️»

Pasé una mano por mi cara. Normalmente no me consideraba una persona muy paciente que digamos en la vida diaria, así que menos lo iba a ser estando tan chato como lo estaba en ese preciso momento. Seleccioné el símbolo de llamada en su contacto y presionando el teléfono contra mi oreja; esperé a que el Javier me contestara.

—¿Qué pajóoooo? —fue lo primero que dijo al responder la llamada.

Sobé mi frente.

—¿Qué cagazo te mandaste?

—Yo no lo llamaría un cagazo como tal... Pero puta, ¿escuchaste alguna vez ese dicho que dice –valga la redundancia– que las cosas pasan por algo? —empezó a hablar hueás, tratando de restarle importancia a lo que sea que había hecho—. Porque hermano, es tan real.

—Habla luego, Javier culiao —le exigí, un poco muy exasperado—. ¿Qué hueá hiciste?

—Como que le conté un poco a la Amelia lo de la Josefa...

—¿Qué cosa en específico? —insistí.

—Que la mina te quiere quitar a la jirafita, que no terminaste con la memé porque tú querías y... ¡Hueón! ¿tú cachabai que los hermanos no tienen secretos? Porque yo no tenía idea de esa hueá, es decir, con el Tomás casi nunca hablamos y en volá a ti te considero más como mi hermano que a él po, porque contigo si hablamos de todo... Aunque en volá, es solo para las hermanas eso de no guardarse secretos... En fin ¿qué estaba diciendo?

PAPI MECHÓN (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora