DIECIOCHO

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¿Han cachado ese momento antes del beso cuando estás preparada para recibirlo, cuando  tus labios se ponen en posición y todo?

Bueno, yo estaba en ese momento.

No podía verme por motivos más que obvios, pero estaba segura de que cualquier persona que se parara a mi lado podría notar que todo mi cuerpo gritaba que quería un beso.

Lo malo es que yo no sabía lo que él quería.

Siempre se me hacían súper difíciles de leer esas señales, y obviamente aún más en un mino como él.

Estaba debatiéndome mentalmente cuando noté una sonrisa apareciendo en sus labios, una sonrisa entre egocéntrica y divertida.

Seguido de eso relamió sus labios y acercó su boca a mi oreja, para luego hablar;

—¿Me querí dar un beso, Maite?

Entreabrí los labios, sonrojándome hasta en los lugares de mi cuerpo que no se veían.

¿Se estaba riendo de mí?

Obviamente se estaba riendo de mí.

Abandona tu cuerpo, Maite. Abandónalo.

Saqué el brazo que tenía en mi cintura de un movimiento brusco y di un paso hacia atrás.

—Tú eres quién me estaba tocando. —le contesté con toda la dignidad que junté— no te creai el mino más rico del mundo porfa.

—No me contestaste.

¡Lo odio!

Levanté la vista hacia él. Ya no sentía vergüenza, sin embargo, lo más probable es que seguía roja de pura rabia.

—No, no quería. ¿Contento?

—Mentirosa. —me acusó con una sonrisa mientras estiraba su mano hacia la pared detrás de mí y apretaba el botón con el número del piso al que íbamos.

Siempre con su mirada conectada a la mía.

Guardé silencio, solo porque no quería seguir gastando mi tiempo con él.

¿Saben que era lo peor de todo el asunto?

Lo peor era que sí quería darle un beso.

Inhalé profundamente, y cuando el ascensor llegó al piso correspondiente di un paso hacia afuera para salir lo antes posible.

Habían alrededor de ocho puertas. El piso estaba cubierto por una alfombra que se notaba muy suave, y todo se veía tan pulcro que me hacía sentir la necesidad de no moverme pa' no ensuciar.

—Es por aquí. —me indicó el hueón a mi lado. Dio unos pasos para adelantarme y caminó hacia la puerta de su departamento.

Cuando estuvo frente a ella sacó las llaves de su bolsillo, abrió, me dejó pasar primero y luego cerró.

Adentro del departamento todo daba pa' cachar que ahí vivía un niño chico; los juguetes desordenados en el piso, las paredes rayadas y obviamente las miles de fotos de la Martina.

Inconscientemente fruncí el ceño.

En mi mente definitivamente no me había imaginado que sería así. Según yo, el departamento iba a ser súper limpio, con límites de no acercarse a los objetos de valor y esas cosas. Algo tan estricto y pesado, que solo se le podría ocurrir al Vicente.

Lo que sí había era harto silencio, lo que me hizo dudar de si se encontraba o no la Martina en la casa, y estuve apunto de preguntarle su ubicación, cuando una mujer apareció por el pasillo del departamento.

PAPI MECHÓN (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora