Mia O'Conner, una chica de diecisiete años. Es una de las más grandes narcotraficantes mundialmente, y oculta su identidad bajo el apodo de "Daga".
Adrik Anderson, un chico de dieciocho años. Trabaja para la policía pero como un agente oculto, sin r...
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MIA O'CONNER La pantalla de mi celular se prende y el nombre de Maia aparece en él mientras vibra.
Atiendo y pongo en alta voz para seguir doblando mis prenda de ropa.
—¿Cómo anda mi narco barbie preferida?—sonrío por el apodo.
Maia es mi amiga desde que somos pequeñas.
Entre al narcotrafico a mis trece años, después de sospechar que papá y Liam estaban en algo raro del que no estaba enterada. No me costo mucho enterarme del negocio y papá no me lo negó tampoco cuando le pregunte.
Maia se enteró un día ya que nos habían atacado en plena calle. No fui capaz de mentirle más. Todavía recuerdo como papá se enojo por haber abierto la boca. Pero era Maia, ella nunca diría nada. Y hasta el día de hoy sigue sin hacerlo.
—De mal humor—suelto a la vez que resoplo.
—¿Qué pasó ahora?
—Papá nos quiere mandar devuelta al San Nicolás.
Se escucha un grito y rápidamente separo el celular de mi oído.
Sabía el porqué de su reacción.
Ella va a ese colegio ya que sus papás se la pasan afuera por trabajo. Ahí fue donde nos conocimos cuando éramos pequeñas. Solo que yo me fui y ella se quedó.
—Lo único bueno de ir sos vos.
—No sabes lo mucho que te extraño—en su voz no se oculta la emoción que tiene—. Casi nunca estás desocupada, y cuando lo estás, yo no lo estoy. Es horrible verte tres veces, con suerte, al año.
Hago una mueca y no puedo evitar sentirme culpable por eso.
—También te extraño amiga.
—Te escucho bajon. ¿No estás contenta de que nos podamos ver todos los días, ahora?
—Obvio que si, Mai—suspiro—. No sos vos el problema.
—¿Tu papá?
Dejo la ropa de lado y me siento en la cama. Me paso las manos por el rostro, frustrada y cansada.
—Mi cabeza me está torturando—murmuro, pero me escucha porque al instante me responde.
—¿Qué te dice?
—Qué está buscando la forma de alejarse de nosotros...—me trago las demás palabras que quieren completar mi oración.
—Tu papá no te haría algo así.
En realidad no lo sé pero le vengo trayendo muchos problemas, y creo que ya se está hartando de mí.
—Mia, no pienses en eso. Sos su hija, él nunca te querría lejos. Y sabiendo lo que les hizo tu mamá... Él no seria capaz de hacerlo también, estoy segura.
