Durante su época en Hogwarts, Charlie Weasley sólo tuvo ojos para su compañera de Hufflepuff, Nymphadora Tonks. Estaba perdidamente enamorado de aquella chica. Sin embargo, sus sentimientos jamás fueron notados. Pasaron inadvertidos. Fueron invisibl...
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CAPÍTULO VEINTE
COMIENZO DE LA RELACIÓN
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Nueve días habían pasado de la sorprendente confesión de Charlie y en ese momento, la recién formada pareja se encontraba durmiendo juntas. Morgana se encontraba con la cabeza recostada en el torso desnudo de Charlie mientras él tenía su cintura fuertemente estrechada. Fue ella la primera en despertarse cuando los escasos rayos de luz que se colaban a través de la ventana comenzaron a molestarla. Le costó ubicarse, pero cuando lo hizo, no pudo evitar que una sonrisa asomase en sus labios. Todavía le costaba creer del todo que finalmente Charlie y ella eran pareja, y que él correspondía a sus sentimientos, incluso desde hacía más tiempo del que jamás habría imaginado. A veces todavía pensaba que todo aquello no era más que un hermoso sueño, pero Charlie se había encargado de demostrarle que era real cada vez.
Intentó incorporarse para poder observar el rostro del dragonalista, pero apenas fue capaz de moverse un poco debido al fuerte agarre que él tenía sobre su cintura incluso dormido; de alguna manera, parecía que ahora que eran pareja a Charlie le gustaba mantenerla más cerca suya que antes y obviamente, a Morgana eso no le disgustaba.
Estiró como pudo una mano hasta alcanzar alguno de los rizos pelirrojos que caían por la frente de Charlie y comenzó a jugar con él durante un rato mientras lo contemplaba dormir plácidamente. Después, acarició con suma suavidad y parsimonia su rostro hasta llegar a la parte de atrás de su oreja derecha, donde notó una pequeña cicatriz que desconocía que existiese. El cuerpo del dragonalista estaba repleto de cicatrices y quemaduras por cada rincón, tantas que a la runista le sorprendía, aunque no le molestaba ni desagradaba. En realidad, como ya le había dicho anteriormente a él, le gustaban, pues eran parte fundamental de su encanto y demostraban su amor por su trabajo y por la aventura. Lo que sí le parecía raro era que apenas tuviera en el rostro, no sabía si se debía a que él protegía más esa zona o a que simplemente había tenido suerte.
