- Realidades paralelas -

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-¡Maya!-

Era la voz de Henry. 

Nunca creí que sentiría la necesidad de pedirle a uno de mis amigos que se fuera a la mierda, pero mientras avanzaba por el pasillo me sentí bastante propensa a hacerlo. Quería gritarle un poco, más que nada por robarse al amor de mi vida, pero también por haberme mentido.

No tenía idea de cómo había sucedido aquello, pero tenía varias ideas dando vueltas dentro de la cabeza. Primero que nada, sorpresa, Elías prefería a los pelirrojos; segundo, Elías era otro de los que adoraban a Henry, porque todos lo amaban; tercero, Henry no sólo me iba a ganar el discurso de fin de año, sino que también se había ganado la atención de mi crush.

Ni siquiera sabía que tenía que competir con Henry. Me detuve de golpe, pensando por un segundo, si a Elías le gustaban los chicos lo más probable es que yo nunca haya tenido una mísera oportunidad. No había sido una competencia.

Henry me alcanzó y sin previo aviso me sostuvo del brazo, tiré de él para que me soltara y me negué a mirarlo. Estaba irritada, estaba triste; no quería hablar con él porque aun no lograba procesar del todo lo que había visto y Henry era... era él.

-¡Maya, por favor!- me pidió, sin soltarme.

-¡No!- exclamé.-Necesito calmarme, porque sino vamos a pelear y... quiero explicaciones, pero las quiero cuando no tenga ganas de ahorcarte.- me quejé hablando precipitadamente.

Vi la frustración en la cara de mi amigo, vi la necesidad de explicarse en ese mismo instante, pero también vi la resignación. Respiré hondo, amargada, y lo dejé en medio de la sala. Fue difícil, irme sin mirarlo y sintiendo resentimiento contra él. Si miraba en el fondo de mi corazón prefería enojarme con Elías, a él apenas lo conocía y ni siquiera eramos íntimos; pero la traición era más dura cuando venía de alguien que quería y que había estado conmigo por años.

Henry era mi amigo y conocía mis sentimientos; Elías ni siquiera me había escuchado confesárcelos aún.

Salí al jardín delantero y caminé apresurada hacia la derecha, rodeé la casa y busqué esconderme un rato entre los perfectos arbustos que adornaban todo el perímetro. Cuando estaba doblando la esquina capté una silueta por el rabillo del ojo, un chico observando su móvil distraído y sosteniendo un vaso en la mano.

Era Val. Encontrarlo solo no era raro, pero encontrarlo justamente a él luego de que me partieran el corazón en dos era una coincidencia magnifica. Me encaminé en su dirección, él me vio acercándome y me sonrió relajado.

-El destino está jodiendo conmigo, no tienes idea.- solté apoyándome en la pared junto a él.-Necesito romper algo, necesito golpear algo... ¿puedes...?- lo miré de reojo.

-¿Dejar que me golpees?- preguntó.

Rodó los ojos y suspiró cansado, guardó su móvil en su bolsillo y luego dejó su vaso sobre el perfecto césped. Se paró frente a mi, adoptando una postura de ataque y alzó ambas manos.

-En las palmas, vamos.- me animó.

Una de las cualidades de Val era que no cuestionaba nunca mis estados de ánimo, por lo que simplemente me seguía la corriente y no me presionaba para que le diera explicaciones de nada. Así que no me sorprendí cuando literalmente no me hizo ni una pregunta y aceptó mi demanda.

Respiré hondo, aún cabreada, y lancé un puñetazo a una de sus manos. Se sintió bien, pero una sonrisa burlesca apareció en el rostro de Val y eso no ayudó. Le di varios golpes más con toda mi fuerza mientras él se mantenías firme sobre sus pies, como si mis esfuerzos fueran realmente patéticos.

Mi Último AñoWhere stories live. Discover now