- Media naranja -

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-¿No cree que es un poco excesivo?- pregunté con seriedad.

Si había una cosa que aprendí de papá era que mantener la compostura era clave al momento de intentar ganarse el favor de alguien, sobre todo de alguien con cierta autoridad sobre ti. De mamá aprendí a quejarme de todo, por lo que estaba uniendo ambas lecciones y quejándome educadamente del castigo que la Sra. Queenie acababa de relatar.

Resulta que a la mujer no le pareció muy adecuado que estuviéramos tratando de entrar en las dependencias de la academia como "dos delincuentes" y mucho menos que mancháramos el código de honor que recalcaba valores como la disciplina y la responsabilidad. Eso estaba bien, pero había esperado consecuencias más útiles que pasar una hora en detención por tres días consecutivos, poner una amonestación en mi hoja de vida y reportarle mis actividades a mis padres.

-¿Excesivo?- preguntó ella alzando una ceja.

-Bueno...- dije pensativa.-Estábamos intentando entrar a la academia, estábamos ejerciendo nuestro derecho a la educación. Disculpe si me ofende un poco que desde su perspectiva estuviéramos comportándonos como "delincuentes"- recalqué la última palabra.-Además, leí el reglamento del estudiante y recuerdo que esta institución decía caracterizarse por no ser punitiva, y sus medidas disciplinarias son bastantes punitivas.-

Alan me miró de reojo reprimiendo una sonrisa. Esta era la primera vez en todos mis años de estudiante que me hallaba en una situación como esta, pero me había preparado para la eventualidad y conocía cada reglamento, manual y protocolo de la academia a la perfección. Tenía que conocer mis deberes, pero también mis derechos.

-Creo que le agregaremos algo de servicio comunitario.- dijo ella.

-Ya hago servicio comunitario.- murmuré entre dientes.

-Vaya, que jovencita más considerada.- dijo levantándose de su asiento.-En ese caso supongo que no le molestará unirse al programa de tutores.- dijo.

Por primera vez en todo ese rato sentí un nudo en el estómago. Este año quería poner toda mi atención en mis estudios, quería buenas calificaciones y tener resultados excelentes en absolutamente todo. No podía darle mi tiempo a otra actividad extracurricular, menos al programa de tutores, uno de los programas que absorbía más tiempo.

-Ok... aceptaré todas sus medidas, incluyendo el aumento de mis horas de servicio comunitario si le quitamos las tutorías.- ofrecí.

Alan rió, literalmente, pero se silenció enseguida y volvió a poner sus ojos sobre el piso. No sabía qué le causaba tanta gracia.

-Esto no es negociable, Srta. Faulkner.- indicó ella.-Y usted, Sr. Scott .- dijo poniendo sus ojos sobre Alan.-Sólo hará las horas de detención.-

-¿Qué? ¿Por qué?- pregunté con indignación.

-Porque sabe cuándo guardar silencio.- indicó ella.

La Sra. Queenie nos pidió que saliéramos de su despacho y apenas puse un pie fuera sentí la necesidad de tener una rabieta estilo niña de cinco años. Incluso pensé en ir a la oficina del rector a recodarle el favor que le hizo mamá al conseguirle un salón de eventos en el hotel, pero mi orgullo me impedía usar esa carta. Así que no, respiré hondo y cerré los ojos, luego me fijé en la sonrisa de suficiencia de Alan y rodé los ojos con exasperación.

-Las consecuencias de ser buena estudiante.- comentó.

Revisé mi calendario en mi teléfono móvil para ver el salón que nos correspondía y nos guié por el campus. Pasamos por el patio central, lugar en el cual un grupo de chicas charlaba sentadas en el pasto alrededor de un pliego de papel blanco. Probablemente estaban en alguna clase más libre, como arte o filosofía; una buena elección para comenzar la mañana.

Mi Último AñoWhere stories live. Discover now