- La primera vez -

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Me gustaban las fiestas, en especial aquellas que organizaban mis amigos porque sabía que podía quedarme a dormir en sus casas si se nos hacía demasiado tarde. Esta vez fue Henry quien organizó una "modesta" reunión en casa de su madre apenas volvió de sus muy largas vacaciones. Era el único chico de todo mi salón que se había tomado la libertad de perderse toda la primera semana de clases como si asistir fuera opcional.

Ya eran pasadas las tres de la mañana de un día sábado y los invitados se estaban retirando, la madre de Henry siempre ponía como hora límite las tres de la madrugada y sorprendentemente todos acataban esa regla como si fuera sagrada. En mi mente le atribuía el éxito a que su madre nos dejaba hacer lo que quisiéramos y que fuera legal, lo que le daba puntos de simpatía con los chicos; y que Henry fuera literalmente adorado por todos, lo que a su vez implicaba que no querían hacerlo enojar.

Luego de haber bailado y charlado por horas sentía que los pies me estaban matando y necesitaba sentarme a descansar un rato, por lo que decidí recostarme sobre un sillón de cuero negro con un vaso de cerveza en la mano y miré por la ventana mientras Henry despedía a los últimos invitados.

Val había asistido y se despedía de mi amigo sonriente y muy relajado. Me había saludado al llegar y luego se había ido en busca de su siguiente amiga con beneficios, por lo que en realidad no habíamos pasado mucho tiempo juntos durante la fiesta, sólo bailamos unas cuantas canciones y luego se fue a conquistar el mundo. Cuando volviera a verlo tendría que preguntarle qué tal le había ido y si es que necesitaba consejos femeninos.

Henry volvió a la sala frotándose el rostro con una mano, se veía un poco cansado y lo demostró cuando se dejó caer sobre Alan, quien había estado inocentemente acurrucado en otro de los sillones. Mientras los miraba le di otro sorbito a mi cerveza, igual de pequeño que los anteriores, pues apenas había comenzado a beber y no iba a perder mi dignidad emborrachándome.

-¡Salte de encima!- se quejó Alan empujándolo con fuerza.

Ambos forcejearon un rato como dos niños y antes de que todo el asunto se descontrolara me levanté sin que se dieran cuenta y me dejé caer justo en medio de sus cuerpos. Mi presencia hizo que tuviéramos que reacomodarnos hasta que los tres quedamos muy destartalados sobre el mullido sillón.

-Los extrañé.- suspiró Henry, con su grave y melodiosa voz de cantante en potencia.-Ahora que seremos mayores de edad tenemos que irnos de vacaciones juntos, es una necesidad.- dijo, serio.

-¿El próximo año?- le pregunté.

-Luego de la universidad, tendremos mucho más que contarnos.- agregó Alan asintiendo.-Me parece una buena idea.-

-Lo estoy anotando.- anuncié sacando mi móvil.-Si se anota no se olvida, y es más, se convierte en un compromiso.- indiqué.

Los tres concordamos con esa ultimo afirmación y nos quedamos allí, en silencio, observando el desorden que había dejado como consecuencia la fiesta. Podíamos levantarnos y ordenar, pero yo no iba a pararme, y no lo haría hasta que algunos de ellos lo hiciera.

-Como sea, ¿cómo estuvo su primera semana?- preguntó Henry.

-¡Fantástica!- exclamé dándole un suave golpe en el estomago.-Conocí al chico más lindo de la vida, me hubiera encantado que lo invitaras, pero cuando vuelvas a hacer otra fiesta lo traeré ¿está bien?- sonreí.

-¿Un chico lindo?- preguntó alzando una ceja pelirroja.-No te creo.- agregó con sarcasmo.

-Usa lentes.- le contó Alan.

-Creí que estabas en etapa de músicos...- comentó Henry.

-Los músicos pueden usar lentes.- dije con obviedad.-Tienes que revisar tu sistema de creencias y prejuicios.-

Mi Último AñoWhere stories live. Discover now