- Disciplina formativa -

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A pesar de que estaba segura de que a las universidades no les importaba cuantas veces había ido a detención un postulante, no pude evitar sentir que mis opciones habían disminuido considerablemente. Casi sentí que tendría que optar sólo por esas universidades privadas católicas que no le enseñan los cuidados del aborto ni a sus estudiantes de salud. En fin, quizás estaba exagerando un poco.

Si bien fui caminando hacia detención con la barbilla alzada en muestra de mi descontento, en el interior estaba arrastrándome y lloriqueando por ensuciar mi perfecto récord. Lo peor era que Alan me acompañaba completamente relajado, comiendo una manzana verde y charlando acerca de una película que había visto como si no pasara nada.

Me detuve frente a la puerta de detención, la cual estaba hecha de vidrio con efecto empañado y un marco de madera oscuro, en el vidrio tenía grabado "Sala de Orientación", como enmascarando el hecho de que detrás había una literal cárcel. Le di unos suaves golpecitos y al no oír respuesta simplemente entré, llevándome una sorpresa al ver el interior.

Nunca había entrado allí y las pocas veces que Alan había hecho horas en detención tan sólo lo había dejado en el pasillo y corrido hacia la libertad. El tema era que si bien contaba con un escritorio para el maestro y varios pupitres individuales, era como si esos elementos fueran simple decoración; pues lo que más destacaba eran los amplios ventanales de vidrio cubiertos por manualidades y trabajos artísticos. Además de que en el frente del salón varios esponjosos cojines de colores formaban un circulo alrededor de una alfombra llena de materiales de arte.

Miré a Alan con el ceño fruncido, quién se encogió de hombros sonriendo y adentrándose en el círculo. Dejó caer su mochila al suelo y se acomodó reuniendo tres cojines y echándose sobre ellos como si estuviera en la playa. Me quedé de pie junto a la puerta, observando a los otros dos alumnos que ya estaban igual de cómodos que él.

Se trataba de un chico de unos quince años de lentes ópticos negros que miraba entretenido su teléfono móvil, probablemente jugando algún juego, que ignoró épicamente nuestra presencia. En otra esquina había una muchacha de más o menos nuestra edad, de largo y lasio cabello rubio, también mirando la pantalla de su móvil y sosteniéndolo con unas uñas peligrosamente largas y de color salmón.

-¿Dónde está el maestro?- pregunté en voz alta mirando el solitario escritorio.

-No lo sé, tal vez comiendo sushi en el baño.- dijo la chica sin mirarme.

-Relájate.- gesticuló Alan.

Solté un resoplido y me senté junto a él con las piernas cruzadas, al menos la falta no era apretada y me permitía hacer ese tipo de cosas. Seguí mirando el salón sin creerme que me sentía más en un taller de manualidades que en la temible detención; tal vez sí aplicaban disciplina formativa en la academia y no lo sabía.

-Siempre me dijiste que detención era lo peor que te había pasado en la vida.- le recriminé a mi amigo.

-Lo es.- dijo.-Los chicos son desagradables, sin ofender.- dijo mirando a los otros dos invitados.

-Jódete.- contestó la muchacha y el chico tan solo le mostró el dedo medio.

-Y no soy bueno con las artes, ni la música ni la relajación; así que no me la paso muy bien.- explicó.

No lo pude evitar, comencé a reír. Estaba preparada para pasar una hora lamentándome mientras me obligaban a escribir "No volveré a colarme en la academia como una delincuente" cien veces en un cuaderno sin líneas. Así que ver esto me parecía ridículo y casi decepcionante, ¿de qué me iba a quejar ahora?

Mi Último AñoWhere stories live. Discover now