Capítulo 41: Mestizo

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Me pare en seco y noté como tenía mis manos en mi cabello, seguro parecía un nido de llamas naranja justo ahora.

—¡Estoy calmada!

Él resoplo—Sí, claro.

Me dirijí hacia la mesita de noche al lado de mi enorme cama. Ahí había una libreta con tapa color azul oscuro, y aún lado muchas plumas brillantes—Toma— le tendí la libreta y una pluma oscura a Ryan—. Dibuja todo lo necesario para saber guiarnos en Drynox por si nos separamos.

—Eso no pasará, haremos esto juntos.

Enarque una ceja hacia él—¿No que te gustaba hacer las cosas solo?

—Tú misma lo dijiste, me cuidarás la espalda.

Puse los ojos en blanco y observé como tomaba la libreta y la pluma de mis manos, sus dedos estaban helados. Empezó a trazar líneas y a explicarme en que dirección estaba el Palacio Real de los Oscuros, el abismo del onix, los calabozos, el árbol que les proporcionaba energía y vitalidad, todo. Absolutamente todo, parecía que Ryan estuviera contándome todos los secretos de su raza.

—¿Seguro que podemos entrar por ahí? Parece riesgoso—le dije.

—¿No me digas que tienes miedo?, creeré todo de ti menos eso.

Sacudí la cabeza, preocupada, ¿que pasaba si alguno de mis amigos venían a mi cuarto y no me encontraban? ¿Pensarían lo peor? ¿Me buscarían? Eso seguramente lo harían.

Debía alejar el miedo que yacía en mi pecho. Tenía que ser valiente. Con los amigos de Ryan aquí podrían conseguir el perdón de mi reino y tal vez, tenerlos como parte de nosotros.

Yo ya había perdonado a Ryan y quería creer que si todos los Fénix Oscuros deseaban cambiar, yo estaría ahí, dispuesta a ayudarlos.

Me desprendí de lo poco que quedaba de mi capa rasgada y me cambié en uno de los cuartos continuos al principal. Creo que era el armario, pero era enorme, elegí unos pantalones azules que se ceñían a mis piernas y me hacían sentir segura, como una especie de segunda piel reforzada. Tomé una camisa manga larga del mismo tono de azul y me la puse. Después cogí de las cosas que traje de la Tierra mis antiguos tenis blancos. Estaba lista.

—Vámonos—le dije a Ryan

Él estaba sentado en una orilla de la cama, con la libreta aún lado de él y su vista recorriendo todo mi cuerpo. Su mirada era penetrante e intensa, aunque claro, no tanto como la de Leo.

Sí, ya sé. Estoy pensando mucho en él.

—¿No piensas tomar algún arma?—inquirió, dirigiendo su mirada a sus manos—. Aunque la verdad aquí no veo nada útil, pero sé que te las arreglarás.

Le sonreí con suficiencia e hice emerger una intensa luz blanca de mi mano derecha, la espada dorada con rubíes y zafiros incrustados se materializó de manera inmediata. Ryan la inspeccionó con detenimiento. La hice desaparecer y puse ambas manos en mi cintura.

—Sí, me las sé arreglar sola, Ryan Black—le dije. Sonriendo.

Él sonrió—Eso pensé.

Le hice un ademán de seguirme hacia la puerta, no sabía que hacer primero. Pero había decidido contarle sobre Ryan a mis amigos, no podía ocultarles nada, mucho menos a Leo.

—Tenemos que buscar a Lumina y...—

Ryan me interrumpió antes de acabar la frase—: No—negó—. Ellos nunca permitirán que me ayudes, me encerraran y no habrá retorno para Dalya y Leyton.

La Princesa Fénix |Aeternis #1|Where stories live. Discover now