T r e i n t a y o c h o

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Estábamos Erin y yo preparando nuestros respectivos delitos – Vale, así que hemos atracado juntas un banco y claramente nos han pillado, ¿no? – pregunté por última vez y ella asintió. Hank entró – Meredith me he enterado de lo de Sharon, ¿cómo está tu hermano? – me preguntó a lo que yo suspiré mirándolos, sabía que Erin le tenía mucho cariño a mi hermano, desde que éramos pequeñas. Negué – No sé dónde está, vino a dormir anoche, pero esta mañana no estaba, ni si quiera me he enterado por él de lo de Sharon he ido al hospital a verla con Will y... Me lo han dicho allí – admití suspirando – Si puedes echarle un ojo a mi abuelo y a los niños a ver si vuelve mi hermano mientras dure todo esto... Por favor – Hank asintió – Claro, sin problemas – me aseguró.

Antes de irse se volvió hacia nosotras – Las únicas personas que sabe que no sois criminales son el director de la cárcel, Jay y Adam, ¿vale? La que nos ha dado el soplo también lo sabrá a su debido tiempo, ella estará en vuestra celda – las dos asentimos – Tenéis un rato hasta que os llevemos, tened el móvil a mano – nos dijo, por último. Salimos de allí – Supongo que te irás con Jay, ¿no? – pregunté alzando las cejas y ella se giró asintiendo – Nos vemos luego – me despedí y fui a por mis cosas, aunque al llegar al vestuario me encontré con Antonio, tenía su bolsa en un brazo y la mía en el otro – Como creo que no nos vamos a ver en un tiempo te invito a comer, no acepto discusión ninguna – alcé las manos asintiendo y le seguí.

Nos sentamos en una hamburguesería – A este sitio me trajo mi padre por primera vez cuando vinimos a Chicago, las mejores hamburguesas, te lo aseguro – me dijo emocionado y yo reí – ¿Las mejores? No sé yo, eso habrá que verlo – reté sonriendo. Esperamos a la comida hablando de esto y de lo otro – Oye, ten cuidado ahí dentro – me miró serio y yo asentí – No pretendo que nadie me acuchille ni nada por el estilo, ¿vale? – pregunté a modo de broma para relajar el ambiente y él me tiró una servilleta a la cabeza – No digas esas cosas ni en broma – me regañó y yo me levanté y me senté en el mismo banco que él – En 10 minutos nos tenéis que llevar allí – susurré apoyando la cabeza en su hombro – ¿Quieres tarta? – preguntó y yo asentí con ilusión – Parece que soy una niña pequeña – reí notando como dejaba un beso en mi frente yo alcé la cabeza para besar sus labios con suavidad.

El tiempo pasó volando, ya teníamos que irnos, estábamos sentadas en el autobús con Jay y Adam – ¿Qué, preparadas? – preguntó Adam con tono animado y yo suspiré – Más o menos, no es lo mismo fingir que eres delincuente fuera de la cárcel que en ella – dijo Erin y yo asentí con sus palabras – Vamos, sois las dos mejores agentes de encubierto de inteligencia – dijo Adam – Ruzek, somos las únicas chicas en inteligencia – alcé las cejas y le di una colleja provocando que él se riese – Vamos, no os preocupéis estaremos ahí con vosotras en todo momento – aseguró Jay. El traslado había sido tranquilo, estábamos esperando a que nos registrasen y nos llevasen a nuestras celdas – Después el médico de la cárcel os hará un chequeo – informó la funcionaria y asentimos.

El chequeo del médico me dio ganas de vomitar, había aprovechado para tocar donde le había salido a él de las narices, intenté no decir nada y simplemente aceptar lo que me dijese – Parece que estás perfecta... Si necesitas algo aquí dentro yo puedo conseguírtelo a cambio de... Un pequeño favor – me acarició la mejilla – No gracias, no necesito nada – dije con suavidad – ¿Seguro? Tienes que asegurarte de que esté contento o tus compañeras se enfadarán... – se acercó a mi oído respirando muy cerca de mí y yo me aparté – No quiero nada, de verdad – intenté parecer estar nerviosa y me eché hacia atrás con las manos temblorosas – Vaya, puede que tenga que darte algo para los nervios esta noche, ven a verme después... – se dio la vuelta y me dejó irme, me crucé con Erin – Ten cuidado con ese, es un cerdo – le susurré y ella asintió.

Llegó la hora de dormir, estábamos tumbadas en la habitación cuando entró nuestra tercera compañera – Sois las agentes de Voight, ¿no? – preguntó alguien subiéndose a una litera – Eso es – dijo Erin mirándome unos segundos con desconfianza – Soy Lucille – se presentó ella – Yo soy Rachel y ella es Teressa – dije antes de que Erin hablase, ella asintió a modo de aprobación, no se fiaba de ella y yo tampoco. – En 10 minutos van a apagar las luces – informaron los guardas haciendo la última ronda – Rachel Williams, el doctor quiere verte – dijo Jay abriendo la celda, asentí dejando que me esposase y salimos de allí.

Una vez en los pasillos apareció Adam – Supongo que no tendréis nada, ¿no? – preguntó Ruzek mirándome y negué – El médico no me da buena espina, echadle un ojo – dije y ellos se miraron – Pues quiere verte – dijo y yo le miré negando – ¿No era una excusa? – pregunté alzando las cejas y ellos negaron intercambiando miradas – Bueno, si él es el culpable no hará nada esta noche, pretende que le haga un favor que no pienso hacerle – advertí mirando a Adam – Como tendrás que esperarme para traerme de vuelta, asegúrate de que no cierra la puerta, por si acaso – Adam asintió.

Cuando entré en la consulta el doctor iba a cerrar la puerta y Adam negó – Lo siento, la puerta tiene que estar abierta – se adelantó un par de pasos y el doctor intercambió miradas con el agente y conmigo – La intimidad de mis pacientes es prioritaria... Seguro que prefiere la puerta cerrada – me señaló y yo negué – A mí me da igual – ante mis palabras el doctor asintió mirándome muy serio – Ten, me pediste antes pastillas para los nervios, te las he conseguido – me entregó el bote de pastillas acariciando mi mano, la aparté del tirón y me levanté – Muchas gracias – miré hacia abajo e intenté salir de allí, él me agarró – Mañana volveré a hacerte una revisión – me susurró – Estoy bien, no necesito a un médico... ¿Puedo volver a mi celda? – pregunté mirando a Adam, él asintió y me agarró del brazo sacándome de allí.

Me paró en el pasillo y me miró – ¿Estás bien? – asentí – Tienes razón, ese tío no me da buena espina... Hablaré con Antonio para que busque antecedentes – asentí – Menos mal que habéis venido vosotros a por mí y no cualquier otro guardia sino... No sé qué habría hecho – me acarició la espalda y me dejó de nuevo en la celda. Me tumbé sobre el colchón e intenté dormir, me di cuenta de que Erin estaba igual que yo, solo daba vueltas y vueltas. 

Policía de Chicago (Antonio Dawson)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt