D o c e

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Cuando mi abuelo se fue de la comisaría Voight nos dijo que nos fuésemos a casa, estaba en los vestuarios cambiándome cuando entró Antonio y me pilló cambiándome de camiseta -Uy, perdona –dijo dándose la vuelta a lo que yo reí –No hace falta que te des la vuelta, me has visto con menos ropa –susurré lo último mientras me terminaba de poner la camiseta y salí del lugar con tranquilidad. Cuando me iba a montar en el coche Jay me llamó y solo dejé el bolso dentro para girarme y esperar a que hablase – Me ha dicho Voight que vas a hablar con Erin, ¿puedo ir contigo? – preguntó mirándome con cara suplicante, yo suspiré – Serán cotillas... -me quejé en voz baja mirándole y asentí haciéndole un gesto para que entrase en el coche.

Conduje hasta aparcar el coche delante de su apartamento y suspiré – Jay, tienes que saber que no nos llevamos demasiado bien y que no va a ser una conversación agradable, así que si quieres esperarte aquí y subes después de mí... Mejor – murmuré sonriéndole unos segundos preparándome para salir del coche, él asintió y yo le lancé las llaves, para que no se perdieran ni me robasen el coche de mi abuelo.

Me planté delante de la puerta de Erin y cogí una buena bocanada de aire antes de alzar la mano y llamar al timbre. Cuando me abrió me encontré con una Erin que me recordó a la Erin de 16 años. La miré a los ojos directamente y suspiré – No quiero darte más la vara, mi abuelo me ha obligado a venir a hablar contigo, si quieres... Me voy – dije antes de que saltara directa a mi yugular. Ella me fulminó con la mirada, pero se hizo a un lado para dejarme pasar a dentro de su apartamento, me quedé de pie en su salón y esperé a que me dijese algo – Habla – me espetó cruzándose de brazos mirándome.

Levanté la mirada para encontrarme con la suya y decidí soltarlo todo de golpe – Nunca nos hemos llevado bien, en el fondo yo te tengo cariño y no me gusta verte así, me recuerdas a la Erin que conocí a los 16 años en casa de Hank y... No me gusta verte así, no sé qué te ha pasado para acabar así, pero... Deberías darle vueltas al hecho de volver al trabajo, todos te echan de menos y... Aunque yo vaya a estar allí solo hasta que vuelvas tú... Te necesitan allí -aseguré con una media sonrisa, me dirigí hacia la puerta cuando vi que se ponía a fumar – Antes de que empieces a drogarte de nuevo me voy, siento haberte molestado Jay está abajo, ¿quieres que suba? – pregunté en voz baja mirándola directamente a los ojos, ella mantuvo mi mirada y luego negó – Bien, le diré que no me has abierto la puerta – asentí mirando al suelo, cuando vi que seguía fumando marihuana delante de una agente federal decidí que era mejor irme o la acabaría esposando y metiendo en una celda hasta que se le pasase la tontería.

Bajé las escaleras con rapidez y en la puerta del portal estaba Jay jugando con las llaves del coche, negué cuando me miró – Ni si quiera se ha dignado a abrirme, me habrá visto por la mirilla y habrá decidido no abrir la puerta... Lo siento, no he podido hacer nada – me lamenté y Jay negó para quitarle importancia – No pasa nada, yo lo he intentado y solo salta a mi yugular, no quiero perderla pero... No soy capaz de que vuelva a ser la que era – se lamentó él, puse una mano en su espalda y la froté mientras le empujaba hacia el coche para irnos de allí, antes de que Erin fuese a bajar de su casa por alguna razón.

Cuando estaba conduciendo mi móvil y el de Jay sonaron a la vez prácticamente, fruncí el ceño aparcando en un lado de la carretera para descolgar mi teléfono mientras Jay hacía lo mismo – Vaya, tenemos gala benéfica para los policías esta noche – me quejé mientras dejaba escapar un suspiro – Este día no se va a acabar nunca – resoplé mientras retomaba el camino hacia casa. No me apetecía para nada el tener que ir a una gala benéfica, pero era lo que tocaba, al menos Voight no había dicho nada de que llevásemos el uniforme, por lo que no era oficial y no tendría que ponerme ese maldito uniforme.

Cuando llegué a casa me metí en la ducha con música puesta y permití que el agua me quitarse todo el día de encima. Cuando me salí para decidir que vestido ponerme para la gala mi teléfono empezó a sonar, lo busqué como loca por toda la casa y lo encontré en el baño – Cómo no – me quejé en voz alta y lo descolgué – ¿Quién es? – pregunté mientras iba hacia mi armario para ver que maldito vestido tenía que ponerme – Soy Antonio, me preguntaba si... - esperé a que siguiese hablando, pero se había quedado en blanco o eso parecía – ¿Sigues ahí? – pregunté divertida y Antonio carraspeó – Sí, quería preguntarte si quieres que... Vayamos juntos a la gala benéfica – dijo por fin yo alcé ambas cejas.

– ¿Estás seguro de que quieres? Estará todo el equipo y podrían significar muchas cosas – murmuré rascándome la nuca – Sí, quiero llevarte yo, nadie sospechará – aseguró él y yo suspiré asintiendo – Está bien, acepto – dije sonriendo antes de colgar el teléfono. Una vez decidí el vestido me puse una bata y me hice la cena porque en esos sitios nunca había nada que me gustase. Estaba terminando mi filete de pollo y mi ensalada cuando sonó el timbre.

Fui a abrir la puerta y me encontré de frente con Antonio con un traje arrebatador – Vaya, estás muy guapo – dije sonriendo de lado mirando el reloj – Madre mía, que tarde es... - dije dejándole pasar con rapidez y yendo hacia mi habitación – Tranquila, he venido antes de tiempo, todavía tienes tiempo para cenar – dijo mirando mi apartamento con cautela y yo me volví a sentar en mi silla para terminar de cenar – ¿Quieres cenar algo? Tengo comida en la nevera, coge lo que quieras... También hay cerveza creo – Antonio se dirigió a la nevera y la abrió para observarla – ¿Sabes que se puede saber que clase de persona vive en una casa solo por su nevera? – preguntó Antonio y yo me giré para mirarle y negué – Ilumíname – dije divertida mientras cenaba.

Antonio abrió la cerveza y volvió a mirar mi nevera – Te gusta comer sano, aunque seguro que si abro el congelador encuentro helado, tienes algo de carne y ninguna salsa picante, lo que me dice que hace mucho que no compartes nevera con un hombre... Te gusta el pescado, aunque seguro que el que no tiene espinas... Eres un poco despistada y por eso tienes los yogures caducados – añadió al final después de un silencio más o menos largo y yo solo pude reír – Vaya, me has calado hasta el fondo, pero se te ha olvidado decir que soy muy guapa y divertida, pero claro, eso el cocinero adivino no puede saberlo, a no ser que la lechuga te lo haya chivado, claro – dije mientras me reía de él. Metí el plato en la pila y fui hacia mi habitación para vestirme – En 10 minutos estoy lista – avisé cerrando la puerta de mi habitación.

Cuando salí maquillada Antonio abrió la boca pero de sus labios no salió nada, escuché el ruido de la cerveza cayendo al suelo y sonreí – Eso es dejarte sin palabras – sonreí de lado mientras iba a limpiar la cerveza y los cristales del suelo – Perdona, no me esperaba ese vestido, te sienta muy bien – me dijo al oído cuando me levanté para coger un trapo – Como me estropees el maquillaje me voy a enfadar – dije cuando le noté acercarse a mis labios – Podré soportarlo – susurró antes de besarme, pasé las manos por su cuello y disfruté del beso hasta que mi teléfono empezó a sonar, era Jay – Sí, estamos Antonio y yo de camino – dije cogiendo mi bolso y esperando a que Antonio saliese de mi apartamento – Mi abuelo necesitaba el coche y no tenía vehículo, por eso venimos juntos – dije en el coche para que nuestras historias cuadrasen del todo. 

Policía de Chicago (Antonio Dawson)Onde histórias criam vida. Descubra agora