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- Señor, su cita de las ocho lo está esperando. - observe al robusto hombre de traje, el cual por una milésima de segundo pareció haber sonreído ante mi presencia.

No era un hombre de sonreír a menudo, tendría que estar muy contento o gustoso de algo para que aquel gesto de empatía ocurriera. Eduardo Rodríguez, mi jefe; latinoamericano emprendedor, llegó hace muchísimo tiempo a París en busca de inspiración, un joven que como muchos no sabía que hacer con su vida pero que al final de todo, consiguió tener más de lo imaginado, su propia discográfica exitosa a nivel mundial.

- Perfecto, llevelo a la sala de conferencias señorita Evans. - asenti y salí de su oficina directo a la recepción acatando la orden.

Ser su asistente no era tarea fácil, buscar unos papeles por aquí, cosas que agendar por acá y mucho más que hacer, y así todos los días. Desde que entro a las siete de la mañana, hasta que salgo a las seis de la tarde.

Llegó a casa directo a cenar, ducharme y a la cama, porque lo que me queda de trabajo para el día siguiente lo adelanto lo más posible.

Mujer prevenida, vale por dos.

Mi teléfono vibra dentro de mi chaqueta y lo sacó para revisarlo, era Jade llamando. Contesto inmediatamente y un grito de su parte me sorprende.

- ¿Qué sucede Jade? - cuestione al escuchar finalizar su grito. Era mi roomie y mi mejor amiga, algo infantil pero buena muchacha. Desde una situación económica devastadora que le ocurrió vive conmigo y aunque ya logró establecerse aún no consigue un lugar rentable para hospedarse.

- ¡Tengo una cita está noche! - exclamó y soltó una risita. Su situación amorosa era inestable, casi ¡casi! un novio cada mes pero no puedo criticarla por ello, no soy quien para hacerlo.

- ¿Con quién? - cuestione, a su opinión yo era muy recatada, sería y anticuada. Todo lo contrario a ella, quizás por eso nos llevamos tan bien.

- ¡El chico de la aplicación! Y necesito tu ayuda para arreglarme. - se escuchaba emocionada, no era raro que tuviera ese tipo de encuentros al azar con alguien que no conocía.

- Tratare de llegar temprano para ayudarte, ahora tengo que trabajar. Nos vemos. - me despedí y continúe con mi rutina de trabajo diaria.

[...]

Okey, son las siete de la noche. Jade va a matarme. Me dirigí a casa lo más rápido que pude y al llegar me recibió una azabache con cara de pocos amigos.

- ¿Dónde estabas, estás conciente de la hora que es? Me debes una ______ - habló rápidamente, estaba vestida pero aún su cabello no estaba listo y su rostro limpio de cualquier gota de maquillaje.

- Trate de salir temprano pero no pude. - no miento, mi jefe después de aquella dichosa cita comenzó a dar órdenes como loco, estaba de buenas pero a la vez no, supongo que después me contaria que sucedió.

- No hay tiempo para chácharas, ven a maquillarme y a peinarme. - tomo mi mano y me jalo rápidamente a su habitación o como yo le llamo el área 51, no sabes que podrías encontrarte en ese lugar.

Su cuarto era un completo desastre, ropa por aquí y mucha más ropa por allá, parecía que en cualquier momento todo caería sobre ti como un tsunami. Tomo asiento en frente de su peinadora y levantó su rostro para que empezará a maquillarla.

Observe su maquillaje y estaba lo suficientemente segura de que aquellos productos no eran seguros. Capaz se los aplicaba y se convertía en extraterrestre.

Era desesperante, habían sombras rotas y mucho polvo suelto regado, las brochas estaban sucias y las esponjas se deshacian de lo vieja que eran.

- Jade, ¿podemos ir a mi habitación? La tuya me desespera. - me observó con fastidio y nuevamente me jalo.

- Abre rápido. - ordenó cruzada de brazos, saque la llave de mi habitación y entramos, siempre cerraba con llave, no se en que es capaz Jade de convertir mi habitación.

[...]

- Cualquier cosa, me llamas y voy a buscarte. No cometas ninguna locura hoy por favor, a penas van a conocerse. - era la segunda vez que se lo decía y ella sólo asentía con fastidio y ponía los ojos en blanco.

- No va a pasar nada malo. Deberías de relajarte un poco y llevar la vida más tranquila. - sugirió ignorando mi comentario y emprendiendo camino a la salida.

Al cerrar la puerta suspire y observe mi agenda para prepararme mentalmente para el día de mañana, suspire frustrada y me dirigí a la cocina hacerme de cena, me percaté que sobre la alacena habían dos teléfonos, Jade había dejado el suyo.

Escuche como la puerta se abría de golpe haciéndome brincar del susto, vi como la azabache entraba rápidamente buscando su teléfono. Tomo el suyo y salió corriendo de aquí, no sin antes haber gritado adiós.

Salí del trance en el que me sumergi y me serví un bol mediano con cereales, leche y fruta. Tome mi teléfono, me senté en la sala, encendí el televisor y me dispuse a comer aquel platillo digno de MasterChef.

Después de unos minutos la pantalla de mi teléfono se iluminó y me di cuenta de que no era Mi teléfono, Jade se llevó el equivocado.

Maldición.

Una canción de amor | Luka Couffaine | ✔Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ